Informe número 39 – El monstruo de Jerusalén

El Golem de Jerusalén

La estatua conocida por todos los niños de Jerusalén como El Monstruo en nada inspira sensaciones de temor o intimidación.
¡Al contrario!

Esta estatua nació con el nombre de «Golem» hace ya 35 años. La obra fue realizada en los años 1971-1972 por Niki de Saint-Phalle, artista franco-americana (1930-2002), y donada por ella a los niños de Jerusalén.


El «golem» es, en el folklore medieval y la mitología judía, un ser animado fabricado a partir de materia inanimada. Como Adán, el golem es creado del barro al cual se le provee una chispa divina que le da la vida. La palabra golem también se usa en la Biblia y en la literatura talmúdica para referirse a una sustancia embriónica o incompleta. El nombre parece derivar de la palabra gelem, que en hebreo significa materia prima. En la actualidad Golem se usa primordialmente como metáfora bien para seres descerebrados o para entidades que están al servicio del hombre bajo determinadas condiciones, pero enemigos de éste en otras. En hebreo coloquial, la palabra golem es equivalente a tonto, estúpido.

Niki de Saint-Phalle y el Arte-Catarsis

Niki de Saint-Phalle salió contra todas las hipocresías y las perversidades familiares, religiosas y sociales. Ella las conoció en su propia historia: hija de una familia aristocrática de banqueros franceses, fue víctima de incesto a los once años. Tras una juventud rebelde y agitada, pasó temporadas de depresión en un hospital psiquiátrico y en 1953, durante su convalecencia en Niza, la pintura se convirtió en una necesidad. Poco despúes, durante un viaje a España descubrió la obra del arquitecto español Antonio Gaudí, quien le influiría profundamente, especialmente por su Parq Güel en Barcelona.

La primera parte de la obra de Niki de Saint-Phalle, cuadros asesinados con armazones de hierro torturados, aparece como una tentativa vital de decir lo indecible y de cuestionar lo incomprensible. En 1972, realizó la película Daddy, sobre la relación entre un padre y su hija, y en 1994 publicó Mon secret, un libro sobre el incesto.

De esta búsqueda tenaz y catártica, la artista sale reconciliada con la feminidad y la vida, y sus obras celebran la felicidad y la libertad de ser: ya no hay monstruos sanguinarios sino dragones multicolores e inofensivos.

Poco antes de cumplir los 70 años, en octubre del 2000, la artista recibió en Tokio el Premio Imperial, considerado como el Nobel de las artes. Murió en 2002, luego de una larga enfermedad pulmonar que se habría generado por la absorción de substancias nocivas durante su trabajo.

El monstruo divertido de Jerusalén

La obra está hecha en cemento, armazones de hierro y fibra de vidrio. De color blanco, negro y rojo tiene, según su autora, un mensaje feminista. El Golem-mostruo es la cabeza de una gigantesca mujer carnosa que se extiende sobre el parque, pero aún así crea una agradable sensación y así contradice la imagen de fragilidad de la mujer en el mundo occidental.

La cabeza redondeada, a la que se sube por una escalera lateral, crea en su interior espacios tipo cavernas. De su boca bajan tres grandes lenguas de color rojo, que sirven de toboganes

La obra está ubicada en el Parque Ravinovich, cuya familia donó dinero para su construcción en el barrio de Kiryat Yovel. En realidad, nadie en la ciudad conoce al parque por su nombre oficial. Los niños han impuesto el nombre de Monstruo (mifletzet en hebreo) al parque y asi han dado la chispa divina que le da vida a lo que hace 35 años era sólo hierro y cemento.

En esta paradójica ciudad y de tantos peligros, los niños no les tienen miedo a los monstruos, al contrario, rogan a sus padres que los lleven a jugar con él…

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Informe número 38 – El arquitecto mesiánico cristiano que construyó para los judíos ortodoxos

Uno de los representantes de la Congregación del Mesías en Jerusalén, también conocida como la Iglesia del Mesías – Emanuel – o la Iglesia Judía, y de los más prolíferos en la ciudad fue Conrad Schick (1822-1901). Misionero protestante y arquitecto alemán, Schick llegó a Jerusalén en 1845 con sólo 23 años. Rápidamente se convirtió en el principal arquitecto de la época en la ciudad y muchas de sus construcciones, incluyendo su propia casa, aún hoy son lugares de interés. Fue sin duda la figura más prominente de la congregación en cuanto a su aporte a la ciudad. Jerusalén supo valorarlo sólo en parte y para muchos es hoy un personaje completamente desconocido.

En el curso de su multifacética carrera Schick diseñó muchas casas y barrios de Jerusalén, introdujo nuevas técnicas de diseño y edificación y fue ingeniero municipal de la administración otomana de Jerusalén. Schick fue además uno de los principales pioneros de la exploración de los restos arqueológicos de la Jerusalén antigua y construyó maquetas del Santo Sepulcro y el Monte del Templo (algunos de ellos están expuestos en el British Museum).


Irónicamente, fue Schick quién planificó Mea Shearím (en hebreo, Cien Portones) , barrio de judíos religiosos ultra-Orthodoxos. Estos, probablemente sin conocer la historia del arquitecto del barrio, acostumbran a atacar cualquier expresión de actividad misionera cristiana por temor a la conversión de judíos.

Mea Shearím fue establecido en 1874 por judíos Prushím (los que se oponían a los Jasidím), sobre tierras compradas a los árabes de vecino barrio de Lifta. Fue el primer barrio de Jerusalem en tener alumbrado en las calles. Conrad Schick planificó el barrio como un rectángulo formado por casitas de dos grandes habitaciones y que, construidas unas junto a otras formaban una muralla natural, paralelas a los muros exteriores. La entrada a las casas es desde el patio interno de manera que todas las casas dan la espalda al exterior del barrio. Por las noches seis portones cerraban el barrio y se abrían por la mañana. Sin duda este diseño aún hoy es apropiado para sus habitantes que prefieren mantener sus costumbres, sin ningún tipo influencia extraña.


En pleno centro de la ciudad, Schick diseño el edificio del orfanato para niñas Talita Kumi, cuyos frente fue reconstruido en la decada de 1980. Frente al Teatro de Jerusalén, se encuentra uno de los edificios antiguos más interesantes de la ciudad, hoy en día desmejorado, el Leprosario Gubernamental Hansen.

Construído por Schick en 1887, el complejo ocupa varias hectáreas de una de las zonas de la ciudad de mayor valor en el mercado. Las ventanas de arcos y los elegantes balcones dan a casi una hectárea de jardines rodeados por una elevada muralla de ladrillos.

En 1889 Schick concluyó la construcción de su propia casa en pleno centro de la ciudad, en el número 58 de la calle de los Profetas, que recibió el nombre de Tabor Haus (Casa Tabor). Es un edificio amplio y elegante, combina rasgos antiguos y modernos de estilo oriental y occidental, rodeado por un patio vallado. La fachada está decorada con palmas y con las letras alfa y omega, símbolos del principio y el fin. En 1951, protestantes suecos compraron la casa, en la que establecieron el Seminario Teológico Sueco, dedicado a la instrucción religiosa y estudios sobre la Tierra de Israel.


Schick también diseñó el edificio donde hoy funciona el Colegio Internacional Anglicano (Beit Barclay), ubicado en la proximidades de la que fuera su casa, en la calle de los Profetas. Este edificio fue en el siglo XIX de las primeras construcciones fuera de las murallas de la Ciudad Vieja. Su historia es rica en acontecimientos. En 1917 se hospedaron aquí el General Allenby y también Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia.

Entre los años 1948-1962, cuando el Hospital Hadassah de Monte Scopus quedó rodeado y aislado por tropas jordanas, este edificio fue cedido por la Congregación para servir de sede del Hospital.

En las décadas de 1870 y 1880 llegaron a Jerusalén los primeros inmigrantes bujaros provenientes de lo que hoy en día es Uzbequistán, compraron tierras al norte de la ciudad para sus casas y encargaron la obra a Conrad Schick. En este sentido, el orígen del barrio bujaro fue muy distinto al de los otros barrios antiguos de Jerusalén por ser totalmente planificado. Además, en contraste con los barrios de la época, éste fue destinado a judíos acomodados de Bujara, Samarcanda y Tashkent, quiénes construyeron amplias mansiones para vivienda y algunas de ellas como casas de veraneo. Estas comunidades judías deseaban que las calles y los mercados seán construidos como en las ciudades importantes de Europa, de manera que el estilo del barrio sea una parte digna de Jerusalén.

La construcción del barrio se prolongó desde 1891 hasta principios del decenio de 1950. En conjunto se edificaron unas 200 casas y en ellas se aprecian influencias alemanas, italianas y musulmanas: ventanas neo-góticas, techos de tejas a la europea, arcos neomoriscos y mármoles italianos. Motivos judíos como estrellas de David e inscripciones hebreas adornan las fachadas. La mayoría de las casas son asimétricas, conforme a la creencia de los residentes de que sólo Dios es perfecto.

La casa más elegante del barrio es Beit Yehudayoff, conocida como Haarmón (el Palacio), construida en 1907 con fachada recubierta de mármol. En esa casa espléndida se esperaba acoger al Mesías cuando llegara, pero por ahora, sus piedras han presenciado acontecimientos más terrenales. Durante la Primera Guerra mundial, el ejército turco instaló allí su cuartel general, y después de la victoria británica, la Comunidad judía de Jerusalén dió una fiesta en honor del comandante del ejército británico, general Allenby. Hoy la casa, descuidada al igual que las otras del barrio, aloja dos escuelas religiosas de niñas.

Cuando falleció Conrad Schick en Jerusalem en 1901, lo lloraron judíos, musulmanes y cristianos por igual. Schick yace sepultado en el Cementerio Protestante en el Monte Sión.

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Informe número 37 – La Iglesia Judia de Jerusalén

Los orígenes

La Congregación del Mesías en Jerusalén, también conocida como la Iglesia del Mesías – Emanuel – o la Iglesia Judía, fue establecida por el Misión Evangelizadora para los Judíos (Church’s Ministry to the Jews – CMJ), organización anglicana mesiánica fundada en Inglaterra en 1809 por William Wilberforce (líder también de la lucha contra la esclavitud en Inglaterra), Lord Shaftesbury y el judío alemán converso Joseph Samuel Frey.

Esta congregación fue fundada con el doble propósito de transmitir el mensaje de Jesuscristo al pueblo Judío y fomentar la restauración del pueblo Judío en la Tierra Prometida, cosa que muchos cristianos evangélicos de esa época veían como paso previo a la llegada de Jesús el Mesías. Esta vision esta sintetizada en el símbolo del mesianismo. El pescado, clásico símbolo cristiano, enlazado al candelabro, clásico símbolo judío, da como resultado la estrella de David, que figura en el altar de esta Iglesia y tambien en diversos objetos.

Los obispos judíos en la Diócesis de Jerusalén

Joseph Wolff, rabino nacido en Alemania de familia de rabinos, convertido al cristianismo, bautizado en Praga en 1812 y miembro de la congregacion, arribó a Jerusalén en 1821 con el fin de difundir entre los judíos de la ciudad el mensaje de Jesucristo como Mesías. Posteriormente fue él quién en 1823 recomendó a la congregación en Inglaterra establecer una presencia permanente en Jerusalén.

Finalmente la Iglesia del Mesías empezó sus actividades en la ciudad 10 años más tarde, en 1833, siendo así la Iglesia Protestante más antigua del Medio Oriente.

La Diócesis de Jerusalén y el Medio Oriente se estableció en 1841 con sede en la Iglesia del Mesías. Originalmente fue una decisión anglo-prusiana conjunta de la Iglesia Anglicana y la Luterana, con la idea de rotarse en el cargo.

Michael Solomon Alexander, rabino judío nacido en Polonia, estudió en Alemania y convertido al cristianismo, quién arribó a la ciudad con el objetivo de convertir árabes y judíos al cristianismo, fue nombrado como primer Obispo Protestante en Jerusalén y Pastor Anglicano de la Iglesia del Mesías. Alexander fue así el primer judío obispo en Jerusalén desde que la ciudad fuera destruída por los Romanos en el años 135 d.C. Bajo su mandato se realizaron trabajos pioneros en el campo de la educación, asistencia social y medicina en la ciudad. El rabino-pastor murió en 1845 y fue sepultado en un pequeño cementerio protestante ubicado en el Monte Sion.

El Obispo sucesor de Alexander en la Diócesis fue Samuel Gobat, nombrado por los luteranos prusos. Había sido anteriormente pastor en la Sociedad Misionera en Abyssinia, Etiopía de hoy en día, (Ver el informe número 34 sobre el papel de Samuel Gobat en la cuestion de la Iglesia Ortodoxa Etíope en Jerusalén) y posteriormente fue también pastor en la Sociedad Misionera en Malta.

Bajo su mandato que se prolongó por 33 años, fue construída la Iglesia del Mesías y consagrada en 1849. Justamente es notable la influencia de su paso por Malta en la contruccion de esta Iglesia. De allí fueron traídos los obreros que la construyeron, totalmente en piedra proveniente de una cantera especialmente localizada al efecto.

Debido a las tensiones entre Inglaterra y Prusia en la década de 1880 en Europa, el Obispado conjunto en Jerusalén fue suspendido. En 1898 se estableció el Instituto Anglicano de Jerusalén en la Iglesia de St. Greorge, sobre la calle Nablus (Shchem) al este de la ciudad. Así, tras medio siglo el Obispado Anglicano se mudó de la Iglesia del Mesías. La estrecha relación entre la Diócesis Anglicana y la Iglesia del Mesías se ha mantenido y de hecho está oficialmente reconocida por el Arzobispo de Canterbury y la Iglesia de Inglaterra.

Visita a la Iglesia Judía

La Iglesia del Mesías, está ubicada en la Ciudad Vieja de Jerusalén, a pocos metros de la Puerta de Yaffo, frente a la Torre de David y camino al Barrio Armenio. A la entrada puede apreciarce una de las maquetas de Jerusalén realizadas por Conrad Schick. También esta en exposición el ejemplar de la Biblia que aquí otorgaron las autoridades judías de Jerusalén al General Bernard Montgomery durante su visita en 1942, tras la victoria en la batalla en El Alamein (Egipto) frente a tropas del General nazi Erwin Rommel.

En 1838 la Iglesia del Mesías fue sede del primer Consulado Británico en la ciudad y fue construída como capilla privada del Cónsul, ya que sólo así era posible recibir autorización de las autoridades Otomanas para la construcción. Gran parte de la actividad de la Iglesia del Mesías fue y está aún dedicada a la educación de los Judíos acerca del Jesus el Mesías y simultánemente, de los Cristianos acerca de las raices judías del Cristianismo. Además del trabajo comunitario, la Iglesia brinda actualmente servicios religiosos, como así también de hospedaje, a filigreses y turistas. De forma activa, esta congregación se opone firmemente a toda educación anti-judía en las iglesias y toda expresión de antisemitismo y prejuicios por razones de raza o religión. (Ver documento de la Iglesia sobre el conflico israelí-palestino – en inglés).

La Iglesia, de estilo neo-gótico, imita la construcción gótica medieval de Inglaterra. Sobresalen los arcos afilados, aberturas angostas y elevadas, y ventanas en forma de trébol. Todo en tono austero, prolijo, y sereno.

La Iglesia del Mesías fue deliberadamente construída aparentando ser una sinagoga. Las inscripciones están en hebreo, el altar no es de piedra sino de madera y a sus pies se puede ver una Estrella de David (Magen David). En el ábside se encuentra el Arca de la Ley con la inscripción en hebreo de los Diez Mandamientos. En ningún lugar se ven cruces. Esto responde al deseo misionero de no incomodar ni ahuyentar a los judíos, todo lo contrario.

Fueron justamente los soldados (musulmanes) de la Legión Jordana quienes en 1948 incorporaron la única cruz…

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Informe número 36 – La creatividad de Clarin

Otra muestra de la «creatividad» de algunos colegas. El diario Clarín de Buenos Aires publicó ayer una nota (ver la imágen) en donde, con sumo talento, han conseguido equivocarse casi tantas veces como la cantidad de palabras incluídas en el texto.


Primero: la reunión tiene poco de histórica ya que desde los acuerdos de Paz entre Israel y Egipto (1979) y posteriormente Jordania (1994), se han realizado sucesivos encuentros entre delegaciones de estos países.

Segundo: los visitantes no son «Líderes de la Liga Arabe», sino los ministros de Relaciones Exteriores de los dos países arabes que han firmado Acuerdos de Paz con Israel: Egipto y Jordania.

Tercero: si bien al llegar a Jerusalén los cancilleres de esos países sostuvieron que actuaban con mandato de la Liga Arabe (organización que agrupa a 22 países árabes), la afirmación fue personalmente desmentida a la cadena británica BBC por el secretario general de esa organización, Amr Moussa.

Cuarto: no es la primera vez que la llamada iniciativa saudíta es presentada en Israel.

Quinto y principal: la iniciativa saudíta ha sido cuestionada no solo por los sectores duros del gobierno israelí. El problema central de esta inicitiava es que cada vez que Israel se retiró de territorios ocupados militarmente, el lugar se conviertió inmediatamente en base terrorista para los radicales islámicos. Los dos «experimentos» que Israel hizo con respecto a retiradas a las fronteras de 1967 han sido poteriormente focos de ataques árabes e invasiones con tomas de rehenes israelíes, que no hay sido devueltos hasta hoy: en la Franja de Gaza y en el sur del Líbano.

A diferencia de los colegas de Clarín, es de esperar que la creatividad sea utilizada para lograr la manera de llegar a una solución que permita la creación de un estado palestino viable y pacífico sobre los territorios que Israel desocupe en el futuro.

Sexto y último: la fecha de la nota es correcta, casi seguro….

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Informe número 35 – Sobre Jerusalén y la paz

Este mes se cumplen 40 años de la denominada Guerra de los Seis Días, que entre otras consecuencias, trajo la unificación de toda la ciudad bajo soberanía Israelí. Este evento, como tantos otros, es bendición para unos y desgracia para otros.

Urbs beata Jerusalem, dicta pacis visio (Jerusalén, ciudad bienaventurada, tú que clamas por la paz), dicen las palabras de un himno litúrgico del siglo VII… Parece una amarga ironía que a esta ciudad se le llame «Ciudad de la Paz». En ningún lugar santo del mundo han corrido tales ríos de sangre como aquí. En ningún lugar se ha luchado con tal ardor, se ha odiado tan profundamente como en esta pequeña ciudad de calvas y grises colinas rocosas de las montañas de Judea. Tal vez nunca ha habido paz en Jerusalén. En los últimos dos mil años la ciudad ha sido once veces conquistada y cinco destruída totalmente.

Sin embargo, tampoco en ningún lugar se han rezado tantas oraciones como en Jerusalén. Más de un tercio de la humanidad tiene raíces espirituales en esta ciudad que ya estaba poblada diecinueve siglos antes de que naciera Jesús. Las tres religiones monoteístas – judaismo, cristianismo e islamismo – la han tenido como escenario central pero también hicieron de ella la manzana de la discordia de su creencia.

La misma roca que hoy en día esta cubierta por el Domo de Oro en el Monte del Templo es según el Islam el último lugar donde Mahoma tocó antes de subir al cielo; según el Catolicismo esa misma roca es la piedra fundamental de la cual se creó el mundo; según el Judaísmo sobre esa misma roca Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac pero a último momento fue reemplazado por un chivo expiatorio ….

Este lugar, en donde se han cometido verdaderas atrocidades, es considerado la ciudad de la Justicia Absoluta donde, según la profesia de Yeshayahu, se llevará a cabo el Juicio Final.

El escritor argentino Jorge Luís Borge decía que Jerusalén es una gran copa donde se han decantado y acumulado los sueños, las vigilias, las oraciones y las lágrimas de quienes no la vieron nunca pero sintieron hambre y sed de ella. Es decir, esta ciudad es no menos importante para quienes nunca la han visitado, pero la necesitan como lugar de fantasía.

Jerusalén es una ciudad austera y relativamente silenciosa. Sus habitantes se desplazan con ropas sencillas, de colores apagados. Algo que contrasta con la riqueza y sofisticación de las obras de arte, las antigüedades y el diseño de objetos que hacen referencia a la ciudad. Sin duda la necesidad del creyente de una Jerusalén celestial sobrepasa con creces la apariencia real de esta pequeña ciudad asiática de poco más de 700.000 habitantes.

Construida en piedra de color arena blanca sobre colinas ondulada que no sobrepasan los 800 metros. Si bien es una ciudad rica en manantiales, está ubicada en una sona desértica y su vegetación carece de exuberancia. Es difícil que deslumbre al viajero a primera vista. Hay una excepción: si se llega al atardecer de un día de sol, todas las piedras se tiñen de dorado y la ciudad por completo brilla en un solo instante eterno y sobrenatural.

En la Ciudad Vieja, entre las murallas, personajes con vestidos de tiempos inmemoriales se cruzan con naturalidad. Pero la sensación de tragedia en esta ciudad es tan viva que se la siente en el cuerpo. Unos la llaman «emoción» otros, «trascendencia». Sobre esta ciudad, silenciosa y austera, pesa una larga historia tan llena de espiritualidad como de violencia.

El peso de la Historia

La ciudad fue invadida por casi todas las potencias de la historia. Fue la ciudad de Abraham el patriarca; David, el rey poeta, en el año 997 antes de Cristo; Salomón, el rey sabio; Nabuconodosor, rey de Babilonia; Ciro el Grande de Persia; Alejandro Magno de Macedonia; los romanos; de Herodes el Grande; escenario de la condena, la crucificción y la resurrección de Jesucristo; los Cruzados; Saladino, el Imperio Otomano y el Británico, por nombrar sólo algunos.

Como en las excavaciones arqueológicas, los restos de las religiones aparecen superpuestos una a otra: la iglesia de Santa Ana, en la que rezan los cristianos de origen judío fue convertida en escuela por Saladino que años más tarde pasó a manos de los cristianos; la mezquita de Al-Aqsa, construída sobre el Templo de Salomón, es hoy el tercer lugar sagrado del Islam después de La Meca y Medina; el Cenáculo fué luego mezquita y en su subsuelo esta la Tumba del rey David… Ninguna ciudad del mundo, ni siquiera Roma, reúne tal densidad de monumentos.

Por otra parte, UNESCO nunca la consideró merecedera de ser patrimonio internacional de la Humanidad…

Los orígenes
Los más remotos restos arqueológicos datan del período Calcolítico y revelan que la región era al menos visitada ya antes del milenio III a.C.

Más tarde, en la Era de Bronce, el nombre de la ciudad aparece ya en estatuillas de arcilla egipcias con inscripciones (aproximadamente del siglo XIX a.C.). El nombre «Urusalim» aparece en papiros egipcios del siglo XIV a.C., denominados «cartas de Tel el-Amarna». Se trata de cartas enviadas de y al palacio del Faraón, referentes a la situación política y social de Canaán, que estaba bajo dominio egipcio. En aquel entonces parece que era una ciudad amorita, frecuentada por los nómadas en proceso de hacerse sedentarios.

El período Canaánita
Los jebuseos ocuparon el lugar de los amorreos que antes vivían en la ciudad y le dieron su nombre: Jebus-Salem, la ciudad de los Jebuseos, una tribu cananea-semita.

Cuando el patriarca Abraham llegó a la tierra de Israel, según el testimonio bíblico, gobernaba en Jerusalem Malki Tzedek, rey de Salem, hace 3800 años. En el libro de Josué y en el de los Jueces se menciona al reino de Salem, como parte del relato de la conquista de Canaán por los israelitas, llevada a cabo en oleadas sucesivas durante varios siglos. Durante ese período la ciudad fué conquistada y arrasada, pero no se la repobló.

La invasión hebrea a Canáan en 1020 a.C., «al filo de la espada y al sonido del shofar», tal como cita la Biblia en el capítulo de Josué, dió lugar a la formación del Reino Hebreo liderado por el Rey Saúl.

Su sucesor, el rey David, conquista la ciudad en 993 a.C., y justamente por no estar ubicada en la juridicción de ninguna de las doce tribus fue elegida para servir de capital. Ciudad neutral, capital de las tribus unificadas bajo el mando de un solo Rey. A partir de entonces es conocidad como la ciudad de David.

La ciudad adquirió status nacional y status religioso como sede de sus más sagradas reliquias. El rey David trajo el Arca de la Ley, que hasta entonces se encontraba en Kiriat Yearim. En esta época, vivían en Jerusalén apenas 2000 habitantes.

El período del Primer Templo
En el año 965 a.C., se establecíó el reinado de su hijo, Salomón, quien amplió la ciudad hacia el norte, hasta duplicar la extensión urbana, que alcanzó las 16 hectáreas y en el año 956 a.C. edificó el Templo. Su construción sumó a la ciudad el aspecto religioso al status administrativo de privilegio al convertirse en sede del Templo. En tiempos de Salomón Jerusalén se desarrolló como capital de un grande y rico estado, y se construyeron numerosos palacios y lujosas mansiones.

Posteriormente Jerusalén fracasó en su intento de servir como factor unificador de las diferentes tribus. Sacudido por sus convulsiones internas, en el año 928 a.C., apenas muerto Salomón, el reino se dividió en dos: la región norte del país pasó a ser el reino de Israel. Incluía diez de las tribus y por capital Samaria, duró poco más de 253 años hasta su desaparición. Jerusalén que incluía las dos tribus restantes, Judea y Benjamín, continuó como capital del reino de Judea, al sur, durante 400 años.

El período de Asiria
En la segunda mitad del siglo VIII a.C. el reino del norte (Israel) cayó derrotado ante los Asirios y los miembros de las tribus que lo integraban fueron llevados al exilio y al olvido. Pocos lograron huír y se refugiaron en Jerusalén pero en su mayoría son considerados las diez tribus perdidas.

Mientras tanto al sur, Ezequías (727-687 a.C.) rey de Judea, previendo el inminente peligro, extendió los límites de la ciudad, cuyas murallas abarcaron también los suburbios occidentales. También construyó un sistema de cisternas y acueductos que hasta el día de hoy lleva su nombre (el túnel de Ezequías), que llevaba el agua desde el manantial de Guijón (fuera de las murallas) hasta la piscina de Siloah (en su interior).

En el año 701 a.C., después de haber conquistado casi todas las ciudades de Judea, Sanaquerib, rey de Asiria, se dirigió a Jerusalén y le puso sitio, pero no logró conquistarla. Aún así, Jerusalén no se libró completamente de la seria amenaza de los reinos de Mesopotamia (primero Asiria y luego Babilonia).

El período de Babilonia
A partir del año 586 a.C. Jerusalén fué atacada y finalmente conquistada por orden del rey Nabucodonosor de Babilonia. El Templo fue destruído, la mayoría de los habitantes de la ciudad fueron exiliados a Babilonia y la ciudad arrasada quedó desierta durante casi 50 años.

El período Persa
Los persas, al mando de su rey Ciro, conquistaron Babilonia y en el año 538 a.C., también Jerusalén. Durante la ocupación persa se autorizó el retorno a Jerusalén de los judíos exiliados a Babilonia y veinte años despúes (515 a.C.) se reconstruyó el Templo, más pequeño y modesto que aquel de la época Salomón. Esta época es conocida sobre todo por Nehemías y Ezra. Nehemías dejó su impronta en el establecimiento de un nuevo status político para Judea, que se transformó en una zona autónoma dentro del inmenso Imperio Persa.

Como líder y gobernador de Jerusalén, Nehemías obligó a cada familia de Judea a enviar a uno de cada diez de sus hijos a vivir en Jerusalén, con lo que acrecentó la escasa población de la ciudad. Su gran empresa fué la reconstrucción de las murallas de la ciudad y su fortificación. Ezra fundó la Gran Knesset (Asamblea), institución que manejaba las cuestiones jurídicas, gubernamentales y religiosas. Durante este período, Jerusalén no extendió sus límites más allá del territorio de la ciudad de David.

El período Macedonio
En el año 332 a.C., Alejandro Magno derrotó al Imperio Persa y dominó todo el Medio Oriente. Durante este período los judíos tuvieron la posibilidad de dirigir sus asuntos internos, religiosos y sociales según sus normas. Tras la muerte de Alejandro Magno, su imperio se dividió entre la dinastía de Antigónida que gobernaba en Macedonia y Grecia, la dinastía de Talmai (Ptolomea) que gobernaba en Egipto y la Seléucida que desde Siria dominaba a los países vecinos.

El período Seléucida
En el año 169 a.C. Antíoco Epifanes IV, rey de la dinastía de los Seléucidas, y a diferencia de sus predecesores helénicos, decidió interferir en los aspectos religiosos, con el objetivo de unificar a todos los pueblos que estaban bajo su dominio. Prohibió el cumplimiento de las normas judías y obligó la adopción de las costumbres griegas. Luego saqueó la ciudad y convirtió al Templo en un santuario griego dedicado a Zeus.

El período Jasmoneo-Macabeo
En 167 a.C. estalla la rebelión de los judíos Jasmoneos liderada por Matitiahu y sus cinco hijos, contra el gobierno Seléucida. Iehuda, el macabeo, tuvo éxito en la conquista de la mayoría de los terrenos de Jerusalén y triunfando sobre los helenistas, purificó el templo y renovó sus servicios. Luego de veinte años Shimon el jasmonaeo conquistó la fortaleza de Jakra, lugar donde se encontraban los helenistas y logró un estado completamente soberano por el período de ochenta años.

El período Herodiano
En el 64 a.C. los romanos al mando de Pompeyo ocuparon Jerusalén. Retribuyendo favores a los hebreos que le facilitaron la ocupación, Roma nombra a Herodes el Grande, rey de Jerusalén. Bajo el reinado de Herodes (37 a.C.-4) Jerusalén se extendió hacia el norte, se le agregó una nueva muralla, denominada «segunda muralla» y se erigió el amplio y suntuoso recinto del Monte del Templo, la fortaleza Antonia (en cuyo patio, más adelante, se juzgará y condenará a Jesús) y la Ciudadela. A estas construcciones se agregaron numerosos palacios y obras públicas, incluyendo mercados, un teatro, un anfiteatro y un hipódromo.

De todas las obras de construcción de Herodes por todo el país, la más fastuosa fué el Templo, en un intento de congraciarse con los judíos que lo odiaban por su origen idumeo y no judío, por su empeño en helenizar el país y por su carácter sanguinario.

El Templo que construyó Herodes era notablemente mayor y más esplendoroso que el anterior que se levantó en tiempos del rey Salomón y fuera luego reconstruído tras el retorno del exilio en Babilonia. Aún entre las demás ciudades del imperio romano, pocos edificios podían competir con su grandiosidad. El Templo era el centro de atención religiosa y política de todo el pueblo judío para entonces ya en buena medida disperso por el mundo conocido. La autoridad municipal de Jerusalén era precisamente el Consejo del Templo, el Sanedrín, presidido por el Sumo Sacerdote, pues se trataba de lo que entonces se llamaba una Ciudad-Templo con una administración teocrática.

La Jerusalén del período herodiano no sólo conoció extensos trabajos de construcción, sino también una profunda efervescencia social y religiosa. Agrias controversias se manifestaron entre distintos grupos y sectas surgidas en el seno de la nación durante ese periodo. En tiempos de Jesús, Jerusalén era una ciudad de aproximadamente 25.000 habitantes. Muchos de los principales acontecimientos en la vida de Jesús se relacionan con la ciudad. Jesús predicó, fué condenado y crucificado en Jerusalén.

Posteriormente, con la construcción de la «tercera muralla» en los años 41-44, bajo el gobierno de Agripa, nieto de Herodes, se extendieron más hacia el norte los límites de la ciudad, pero esta muralla no llegó a terminarse nunca. En esta época la ciudad llego a contar con casi 60.000 habitantes.

El período Romano y las revueltas judías
En el año 66 d.C. estalló una revuelta popular que se transformó en una verdadera guerra de liberación contra los romanos. Los romanos fueron tomados por sorpresa, y casi toda Palestina cayó en manos de los rebeldes. La resistencia judía fué muy fuerte y hasta el año 70 Tito, hijo del Emperador Espasiano, no pudo iniciar el asedio de Jerusalén. Finalmente los romanos sofocaron la rebelión hebrea de los celotes, venciendo la última resistencia concentrada en torno al Templo, que fué enteramente destruido y que no volverá a ser reconstruido. La ciudad fué incendiada y dada al saqueo; los habitantes, en parte muertos y en parte vendidos como esclavos. Los dos cabecillas de la revuelta, Juan de Guiscala y Simón Bar-Giora, fueron, uno encarcelado, y el otro llevado como signo del triunfo de Tito y luego ajusticiado.

Después de la primera revuelta judía y durante cerca de 60 años la ciudad de Jerusalén quedó casi totalmente deshabitada y es muy poco lo que sabemos acerca de lo ocurrido en Jerusalén entre la primera y la segunda revuelta.

Hacia el 130 d.C. el emperador Adriano tomó la decisión de transformar Jerusalén en una ciudad romana, construyendo en ella un templo dedicado a Júpiter Capitolino. Anteriormente se publicó un decreto imperial que prohibía la circuncisión en todo el imperio como práctica considerada bárbara, mientras que para los judíos era la señal de pertenencia al pueblo elegido. Todo ello unido a las revueltas judías que habían tenido lugar en Cirene, Alejandría y Chipre durante el reinado de Trajano, sofocadas con dureza, y el insulto que suponía para los judíos que el impuesto pagado anualmente para el templo se destinara al templo de Júpiter Capitolino en Roma, suscitó un ambiente en el que floreció la segunda revuelta judía, que estalló en el 132 d.C. El cabecilla de esta revuelta era un tal Simón, al que se apodó Bar Kokhba (en arameo, «hijo de la estrella», en referencia al texto de Núm. 24, 17).

Como en la primera revuelta, los romanos fueron tomados por sorpresa, lo que permitió que la revuelta cosechara notables éxitos iniciales. También en este caso la represión romana fué durísima: se estima que hubo 850.000 muertos y numerosas personas reducidas a esclavitud. Los romanos lograron sofocar totalmente la revuelta en el 135 d.C., tres años y medio después de su inicio.

Jerusalén fué transformada así en colonia romana, con el nombre de Aelia Capitolina y convertida en ciudad pagana dedicada en honor a Júpiter. El cambio fué acompañado por el trazado de un nuevo plan urbano, que ignoró totalmente los rasgos de la ciudad que la precedió. A los judíos se les prohibió la entrada. Sólo en el siglo IV el emperador Constantino concederá a los judíos ir a Jerusalén una vez al año, el 9 del mes de Ab (entre julio y agosto), día en que se conmemora aún hoy la ruina de la ciudad y se llora sobre las ruinas del Templo en el lugar conocido como «Muro de los Lamentos«. Este muro no es parte del Templo mismo sino un muro exterior de casi 500 metros de largo, que servía como apoyo a la explanada del Monte, sobre la cual fue construido dicho templo. También es llamado el Muro Occidental y es el principal vestigio de la obra de Herodes en el Monte del Templo.

El período Bizantino
En el s. IV, al quedar dividido el imperio romano en oriental y occidental, Jerusalén queda bajo la administración de Bizancio. En el año 324 el emperador Constantino y su madre Helena, ya convertidos al cristianismo, devolvieron el nombre a Jerusalén en el año 335 y ordenaron erigir la Basílica del Santo Sepulcro. El ascenso del emperador Constantino al poder absoluto provocó un vuelco en el status de la religión cristiana. El cristianismo pasó a ser la religión oficial del imperio, lo que dió lugar a un proceso de hondas repercusiones en Jerusalén: se identificaron y localizaron los lugares sagrados y en torno a dichos lugares se erigieron iglesias que pasaron a ser un centro de atracción para numerosos peregrinos de todo el imperio.

Este proceso influyó sobre el carácter de Jerusalén tanto en el plano material como en el espiritual. La ciudad creció en tamaño y población y concentró la atención del gobierno imperial, sumado a los numerosos peregrinos que se instalaron en la ciudad y sus alrededores. Jerusalén pasó a ser la columna vertebral de las enseñanzas cristianas y de su creación espiritual.

Otro cambio importante en el status de Jerusalén se manifestó en el papel que la ciudad representaba para la jerarquía eclesiástica. Con el nombramiento del obispo de Jerusalén, Juvenal, como patriarca, la ciudad adquirió status de patriarcado, como ya lo detentaban Roma, Constantinopla, Antioquía y Alejandría.

En el siglo VI, bajo gobierno de Justiniano, se prolongó hacia el sur el trayecto del Cardo, la calle principal de la ciudad, que comenzaba en la la zona de la Puerta de Damasco, desde el actual Barrio Musulmán, hacia el sur, hasta el actual Barrio Judío. El Cardus Maximus era la calle principal, de norte a sur, de toda ciudad romana.


La existencia del Cardo estaba testimoniada en el Mapa de Madabaen, mosaico bizantino del siglo VI hallado en Jordania pero fue ubicado recién en excavaciones arqueológicas después de 1967.

Si existe también un Decumanus Maximus, la perpendicular y segunda calle principal, de este a oeste, su ubicación exacta es desconocida.

El segundo período Persa
A comienzos del siglo VII, los ejércitos persas del emperador Josroes conducidos por el general Rasmiz invadieron Tierra Santa y conquistaron Jerusalén en el año 614. La conquista fue muy sangrienta y miles de los habitantes de la ciudad fueron degollados. Numerosas iglesias fueron arrasadas, inclusive el Santo Sepulcro, mientras que otras sufrieron serios daños.

El segundo período Bizantino
Los persas dominaron Tierra Santa quince años, hasta el año 629, cuando el emperador Heraclio restauró el dominio bizantino, quien expulsó y luego impidió la entrada de los judios a la ciudad.

El período Musulmán – La Dinastía Omeya (638-750)
Menos de diez años después, en el año 638, Jerusalén se rindió a los ejércitos de una nueva potencia que acababa de aparecer en el escenario de la Historia: los musulmanes.

La conquista de Jerusalén, Al-Qods en árabe, por los musulmanes se llevó a cabo sin derramamiento de sangre. El patriarca Sofronio se rindió y entregó la ciudad al califa Omar (Umar ibn al-Khattab), jefe de los ejércitos musulmanes, a cambio de lo cual recibió cartas de privilegio, que garantizaban el derecho de los cristianos a mantener sus lugares santos y conservar sus costumbres sin interferencia.

En el primer siglo de la dominación musulmana en Jerusalén, la región estaba bajo el gobierno de la dinastía Omeya. Los califas omeyas tuvieron tendencia a actuar más como reyes, es decir, a ocuparse de la administración, que como líderes religiosos.

El Islam identificó una roca en la explanada del Monte del Templo como el lugar desde donde el profeta Mahoma ascendió al cielo en su póstumo «Viaje Nocturno». El Corán reza: «Allah trasladó durante la noche a su sirviente Muhammad desde el Templo Sagrado de la Kaaba hasta el templo lejano de Jerusalén»(17:1).

Más de medio siglo después que el califa Omar conquistara Jerusalén y rezara frente a la Roca Sagrada, Abd al-Malik Ibn el-Marwan, uno de los más prominentes califas de la dinastía Omeya, construyó entre el 688 y el 691 sobre la explanada del Monte del Templo el llamado Domo de la Roca. Por lo tanto, el Domo de la Roca es erróneamente llamado la Mezquita de Omar, ya no fue contruido por Omar, sino por Abd al-Malik Ibn el-Marwan. Además, el edificio no es una mezquita sino un santuario que cubre la Roca Sagrada.

Junto al Domo de la Roca, en el lado sur del mismo predio, Walid, el hijo de Abd el-Malik Ibn el-Marwan, construyó entre el 705 y el 715, la mezquita de Al-Aksa. El emplazamiento de ambas edificios se conoció con el nombre de Al Haram Al Sharif (noble santuario) y pasaron a representar en la conciencia musulmana el símbolo de Jerusalén. La ciudad se afirmó asi en la conciencia del Islám como tercera ciudad en orden de santidad, después de La Meca y Medina ubicadas en la actual Arabia Saudita.

El período Musulmán – La Dinastía Abásida (750-969)
Tras ser derrocada la dinastía Omeya en su lugar asumió el poder del mundo islámico la dinastía Abásida, que trasladó su capital de la cercana Damasco a la más alejada Bagdad, y sustituyó el carácter ilustrado del gobierno de los Omeyas por un régimen tiránico y fanático. La importancia política y económica de Jerusalén como ciudad cercana al centro del poder, paulatinamente decayó.

La inscripción que indica que Abd al-Malik Ibn el-Marwan, califa de la dinastía musulmán Omeya, inauguró el Domo De la Roca en el año 691, fue en parte reeplazada por Al-Mamun (813-833), califa de la dinastía musulmán Abásida, en un intento de auto-atribuirse la constructión. La falsificación no prosperó debido a la diferencia de color del azulejo utilizado para la nueva inscripción.

El período de Fátima de Egipto (969-1071)
Los Fatimítas, aparecen a principios del siglo X en la zona del Magreb, y creían ser la única dinastía digna de ocupar el liderato islámico ya que alegaban ser descendiente de la Fátima (en árabe, fata significa joven, doncella), hija del profeta Mahoma. El período fatimí se desarrolló dentro de una razonable prosperidad y se fundó la ciudad de El Cairo. Culturalmente se caracterizó por la tolerancia hacia las ciencias de la Antigüedad, lo que permitirá un considerable desarrollo de disciplinas como las matemáticas, la medicina o la astronomía. Reconocieron al emperador Bizantino como patrón del cristianismo ortodoxo en su reino, pudiendo ser así reconstruida la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén.

Bajo el dominio de Fátima de Egipto y hasta el siglo XI se multiplicaron las peregrinaciones a Tierra Santa. A pesar del mahometismo imperante, los cristianos y los peregrinos raramente fueron molestados.

Durante este período se debilitó el dominio árabe en la zona. Paralelemente entró en crisis el mundo cristiano. En 1054, el patriarca de la Iglesia en Constantinopla y el papa en Roma se excomulgaron mutuamente uno a otro. Evento conocido como el Cisma de Oriente, separando (hasta hoy) entre las iglesias griega y romana.

Mientras tanto emergía una tribu de turcos nómadas provenientes de Asia Central, los selyúcidas, con una religión recién adoptada, la de Islam ortodoxo sunnita, que puso fin al Estado Fatimí Chiíta ismailíta (corriente islámica considerara heterodoxa).

El período Selyúcida Turco
El ascenso de los turcos selyúcidas en Asia cuestionó la integridad del Imperio Bizantino y de toda la Cristiandad, y amenazó la seguridad de los peregrinos a Tierra Santa. En el año 1071 también Jerusalén fue conquistada por los selyúcidas turcos. Los peregrinajes a Tierra Santa fueron prohibidos y en la zona reinó, nuevamente, la intolerancia religiosa.

El primer período Cruzado
El 15 de julio de 1099, al cabo de un sitio que se prolongó cinco semanas, los Cruzados tomaron por asalto Jerusalén, luego de matar a setenta mil personas, en su mayoría musulmanes, cristianos del rito ortodoxo oriental y una minoría judía. El objetivo era conquistar Tierra Santa , asegurar una vía segura para los peregrinos y principalmente recuperar el monopolio de las rutas comerciales con oriente. Al cabo de 450 años de dominación musulmana, los Cruzados restauraron así el dominio cristiano sobre Tierra Santa que se prolongara hasta 1187.

La ciudad se convirtió en la capital del reino cruzado cristiano, el Reino Latino de Jerusalén y su rey, Godofredo de Bouillon. Por primera y única vez en la historia, Jerusalén fue una entidad politíca independiente. Sus habitantes eran en su mayoría de orígen europeo. El idioma cotidiano era el francés y el latín la lengua del rezo.

El carácter demográfico y cultural de Jerusalén sufrió un cambio muy considerable. La cultura occidental pasó a ocupar un lugar central en la vida de la ciudad y miles de peregrinos europeos la visitaban anualmente.

Los cruzados restituyeron a Jerusalén su carácter cristiano, renovaron las tradiciones sacras, reconstruyeron las iglesias de la ciudad y construyeron nuevas iglesias y monasterios. La Basílica del Santo Sepulcro (cuya liberación era el principal objetivo de las cruzadas) fué rehabilitada y construida en piedra maciza, con gran esplendor.

Las mezquitas del Monte del Templo pasaron a ser santuarios cristianos: el Domo de la Roca fué rebautizada Templo Domini y la Luna Creciente que estaba sobre su cúpula fue reemplazada por una cruz. La mezquita de Al-Aksa pasó a llamarse Templum Salomonis. En el recinto del Monte se levantó el monasterio de la orden de los Caballeros Templarios.

El período Ayubita (Saladino)
Tras la derrota de los Cruzados en la batalla de los Cuernos de Jitín en 1187, Jerusalén se entregó al Sultán Saladino, líder kurdo y uno de los grandes gobernantes del mundo islámico, Sultán de Egipto, Siria, Palestina, así como de zonas de Arabia, Yemen, Mesopotamia y Libia.

En 1192, Ricardo Corazón de León con la Tercera Cruzada, fracasó en su intento de reconquistar Jerusalén. Al término del dominio del Reino Cruzado en Jerusalén las fuerzas de Saladino derribaron y destruyeron la gran cruz de oro que los cruzados habían erigido sobre la cúpula del Domo de la Roca, y en su lugar se colocó nuevamente la Luna Creciente, símbolo del Islam.

La mezquita de Al-Aksa volvió a ser el principal oratorio de la ciudad. A ambos lados de la Basílica del Santo Sepulcro se erigieron mezquitas. Saladino también reconstruyó las fortificaciones de la ciudad y las extendió al monte Sión.

Después de la victoria de Saladino volvieron a Jerusalén los habitantes judíos del país y a la vez se fundaron en la ciudad nuevas comunidades de judíos emigrados del Magreb, Francia y Yemen.

Bajo el régimen de Saladino la ciudad fue gradualmente reconstruída y se erigieron numerosos edificios públicos. La Iglesia Cruzada de Santa Ana se convirtió en una madrasa (escuela religiosa musulmana) a la que se dió el nombre de Al-Salajía, en honor de Saladino, cuyo nombre en árabe es Sálaj a-Din el-Ayubi.

En el año 1219, Al-Muatem Issa, sobrino de Saladino, hizo derribar las murallas, por temor a que los Cruzados volvieran a Jerusalén y sus fortificaciones pudieran servirles de protección.

El segundo período Cruzado
En el año 1229 volvieron los Cruzados a Jerusalén, como secuela de la quinta cruzada y los acuerdos políticos firmados entre el emperador Federico II de Alemania y el sultán de Egipto. Estos acuerdos fijaban los límites del dominio de los cristianos y de los musulmanes: el Monte del Templo quedó en poder de los musulmanes, mientras que el resto de la ciudad pasó a manos de los cristianos (Alemanes). Pero el renovado dominio de los cruzados en Jerusalén no habría de durar sino quince años, hasta 1244.

El período Mameluco
Siguiendo la tradición militar musulmana de incluir unidades de esclavos en sus ejércitos, la práctica fue continuada por Al-Malik, sucesor de Saladino y el mayor comprador de esclavos, principalmente turcos. Después de su muerte en 1249, los generales Mamelucos (del árabe, esclavos) lograron consolidarse como aristrocracia y establecer su propia dinastía que gobernó Egipto y Siria hasta 1517.

Los Mamelucos eran originariamente soldados que habían sido traídos en calidad de esclavos por los gobernantes de Egipto desde las estepas de Asia Central. Educados en los valores del Islam, sentían una profunda identificación religiosa que halló su expresión en ambiciosas obras de construcción en Jerusalén.

Los Mamelucos de Egipto de la mano de los Ayubitas ocuparon Tierra Santa en el año 1260, incorporándola como provincia egipcia de su reinado, y se convirtieron en los nuevos dueños de Jerusalén, colmando de favores a los habitantes y hasta aliviando los impuestos. La ciudad pasó a tener gran importancia religiosa, a pesar de no ser capital y carecer de todo status político.

Durante gran parte de este período la ciudad permaneció sin fortificar, con la excepción de la Torre de David, sede del gobernador Mameluco de la ciudad. No obstante, Jerusalén se convirtió en el centro religioso más importante de la Sultanía Mameluca, pasó un intenso proceso de islamización y fué el foco de la peregrinación musulmana.

En el año 1275, otro ilustre peregrino, Marco Polo, pasa por Jerusalén en su camino a la China.

El trabajo masivo de construcción en los siglos XIV y XV imprimió un carácter arquitectónico musulmán a la ciudad. Los administradores Mamelucos, los líderes musulmanes locales y los acaudalados peregrinos que se asentaron aquí, construyeron muchos edificios con funciones religiosas (nuevas mezquitas y se agregaron minaretes a las existentes, el pórtico occidental, plataformas de oración, arcadas, y fuentes en Monte del Templo, donde se encuentran el Domo de la Roca y la Mezquita de Al-Aksa), y edificios de naturaleza secular (casas de baño, fuentes, mercados, hosterías para peregrinos y la restauración del antiguo acueducto que traía agua desde las piletas de Salomón, más allá de Belén, hasta la ciudad mejorando así el abastecimiento de agua).

En vísperas de la conquista Otomana la ciudad contaba con 1500 judíos.

El período Turco-Otomano
En el año 1517 el ejército Turco-Otomano derrotó al ejército Mameluco y Tierra Santa pasó a manos del nuevo imperio, que habría de dominar todo el Oriente Medio durante cuatro siglos. A comienzos de ese período, y sobre todo en tiempos del sultán Solimán el Magnífico, Jerusalén conoció una época de florecimiento extraordinario. Se renovó el antiguo acueducto que había caído en desuso y se instalaron numerosas fuentes para uso público.

Además, se reconstruyeron lo que son las actuales murallas de la Ciudad Vieja y sus puertas de acceso, delimitando una superficie de menos de 1 km². La leyenda cuenta que Solimán tuvo una pesadilla en la que leones lo atacaban y ante ellos se veía completamente indefenso. Sus asesores le sugirieron que era ese un mensaje que lo advertía sobre la vulnerabilidad de la ciudad de Jerusalén ante nómades y beduinos. En respuesta a ello, Solimán ordenó contruir una muralla que protegiera la ciudad y en la puerta norte se pueden ver hoy las figuras de los leones que dan el nombre a esa entrada.

Curiosamente, tropas israelies durante la guerra de los Seis Días en 1967, penetraron a la Ciudad Vieja por la Puerta de los Leones.

Tras la muerte de Solimán el Magnífico hubo en Jerusalén una paralización de la actividad cultural y económica, la ciudad volvió a ser una ciudad pequeña y de poca importancia política. Durante tres siglos la población de Jerusalén casi no aumentó y se mantuvo alrededor de 10.000 habitantes. El comercio y la economía en general decayeron notablemente. Napoleón Bonaparte en su marcha por la Tierra Santa en 1799 no llego a visitar la empobrecida Jerusalén.

El período del reinado egipcio de Mohamed Alí
Con el advenimiento del siglo XIX, Jerusalén comenzó a experimentar cambios fundamentales. La expresión más notable de estos cambios se dió durante los 8 años que Jerusalén estuvo bajo el dominio de Muhammad Alí, Gobernador de Egipto, y su hijo Ibrahím Pashá (1831-1839). Alí, oficial del ejercito turco, ocupó el poder y durante más de 40 años controló un imperio que llegó a extenderse desde el sur de Sudán, hasta Turquía. Además, creó una dinastía que gobernó Egipto hasta el derrocamiento del último representante de su dinastía recién en 1952, el rey Farouq, a manos de Abdel Gamal Nasser.

El gobierno de Muhammad Alí, centralizado y eficiente, aumentó en sumo grado la seguridad interna en Jerusalén. Hasta entonces la ciudad había sufrido por décadas de los ataques de tribus beduinas que aterrorizaban a la población y la obligaron a concentrarse dentro de las murallas de la Ciudad Vieja. Además, promovió la apertura a Europa.

El período de influencia europea
A fines del breve dominio egipcio y respondiendo a las presiones ejercidas por Inglaterra, Francia y Rusia sobre el debilitado Imperio Turco-Otomano, aumentó la presencia europea en la ciudad. Las potencias europeas establecieron consulados que gozaban de status extraterritorial y representaban sus intereses.

Durante este período se intensificaron los cambios políticos en Jerusalén con una creciente influencia europea, bajo la apariencia de delegaciones de carácter religioso. Numerosos organismos europeos penetraron en Jerusalén y aumentó la influencia de los consulados y comerciantes europeos que se establecieron en la ciudad. Estos organismos trajeron consigo innumerables innovaciones y costumbres desconocidas hasta entonces en la ciudad: el uso de vehículos como diligencias y carruajes, lámparas de parafina y querosén, el cómputo de las horas del día a partir de medianoche y no desde la caída del sol o desde el alba. Todos esos fueron los primeros indicios del proceso de modernización de la ciudad.

A mediados del siglo XIX se pavimentó el camino de Yafo a Jerusalén y hacia fines del siglo llegó también el ferrocarril a la ciudad. Los numerosos viajeros que visitaron Jerusalén en ese periodo reforzaron el lugar de la Ciudad Santa en la conciencia europea moderna. Esa influencia aumentó con la llegada de numerosos arqueólogos e investigadores, que visitaron Jerusalén para estudiar su presente y su pasado, y trazaron los primeros mapas modernos de la ciudad. Con ellos vinieron también artistas, escritores, turistas distinguidos, miembros de las familias reales de Rusia, Inglaterra, Austria-Hungría, Alemania, etc. que visitaron Jerusalén y aumentaron el prestigio de la ciudad en sus respectivos países.

Hacia fines del siglo XIX y por primera vez después de más de mil años se inició el proceso de salida de los habitantes de Jerusalén fuera de las murallas. Primero se fundó el barrio judío Mishkenot Shaananim («Morada de los Tranquilos») y siete molinos de viento (hoy en día quedan sólo dos), con el propósito de ofrecer fuente de trabajo. Posteriormente se construyeron más barrios judíos y también árabes. En esta época creció notablemente la polación judía en la ciudad, de 2.000 de los 9.000 habitantes en el año 1800 a 45.000 de los 70.000 en el año 1914, lo que convirtió a la poblacion judía en mayoría en Jerusalén.

Al mismo tiempo, la influencia europea se hizo sentir en el aspecto de la ciudad, con la construcción de edificios de arquitectura occidental; el horizonte de la ciudad cambió con la aparición de numerosos campanarios, y se erigieron imponentes edificaciones como el Complejo Ruso, el hospicio de Notre Dame y el hospital Augusta Victoria.

El período del Mandato Británico
Durante la Primera Guerra Mundial no hubieron combates en la ciudad pero la poblacion sufrió escasez. Hacia fines de la Guerra, en diciembre de 1917 las autoridades Turco-Otomanas de Jerusalén se rindieron a las fuerzas británicas, y dos días más tarde entró por la Puerta de Yafo a la Ciudad Vieja el general Allenby, comandante del ejército de Su Majestad Británica. Algunos recordaron en aquel momento la escena de los Cruzados europeos recuperando el control sobre Jerusalén, y destituyendo a los musulmanes.

Llegaron así a su fin cuatrocientos años de dominio Turco-Otomano y comenzaron los treinta años del Mandato de Gran Bretaña. Al cabo de dos años y medio de administración militar, en julio de 1920 se estableció el gobierno civil del Mandato, y Jerusalén volvió a ser capital. Al final de esta época la ciudad contaba con 34.000 judíos.

Una de las características más importantes del periodo Británico es el comienzo de la construcción de acuerdo a un plan de urbanización ordenado, destinado a asegurar el carácter distintivo de la ciudad. Entre las leyes de planificación y urbanismo legisladas, cabe destacar la ordenanza que impuso el coronel británico e intendente de Jerusalén, Sir Ronald Storrs, acerca de la construcción en piedra de Jerusalén y que prohibió el uso de concreto, ladrillos o chapa. Estas ordenanzas influyen sobre el aspecto de la ciudad hasta el día de hoy.

La nueva Jerusalén se extendió en todas direcciones. Se construyeron numerosos barrios, tanto árabes como judíos, se estableció una infraestructura social y cultural e instituciones públicas como el edificio de la Agencia Judía, el YMCA, el hotel King David, el Correo Central, el Hospital Hadassah en el Monte Scopus y la Universidad Hebrea, cuya la clase inaugural en 1925 fue dictada en alemán por Albert Einstein.

Durante el periodo del Mandato Británico se aceleró considerablemente el proceso de modernización, se pavimentaron calles y avenidas y se tendió una tubería de agua desde las fuentes del río Yarkón hasta Jerusalén.

Pero la cuestión central era el futuro de Palestina, y particularmente el de Jerusalén. Las tensiones entre judíos, árabes e ingleses fueron en creciente aumento y culminaron con los sangrientos disturbios de 1920 y 1929, y la revuelta árabe entre los años 1936 y 1939.

El período Israelí
En 1947 la ONU declara la internacionalización de Jerusalén, acto que provoca la reacción bélica de los arabes. En 1948 Jordania e Israel lucharon denodadamente por el control de la «Ciudad Santa». Por mediación de la ONU se concertó un armisticio y ambos contrincantes se quedaron con la parte de la ciudad que en aquel momento ocupaban.

Al este quedaron bajo dominio jordano los barrios palestinos, incluyendo La Ciudad Vieja, de la cual fue evacuado el barrio judío. Al oeste, bajo dominio israelí, los barrios judíos. Surgió así una frontera dentro de la ciudad misma y una franja de «tierra de nadie» con barreras antitanques y alambres de púas dividió la ciudad. Un solo acceso unió durante 19 años ambas partes de Jerusalén: la Puerta de Mandelbaum.

Finalmente, las objeciones Jordanas e Israelíes llevaron a la cancelación de la decisión sobre la internacionalización de Jerusalén.

En 1949 el gobierno Israelí declaró a la parte occidental de Jerusalén como Capital del Estado de Israel y la Knesset (Parlamento) fue trasladada desde Tel-Aviv a la ciudad. Paralelamente, la parte Oriental de Jerusalén fue declarada por el Reino de Jordania como su segunda capital, despúes de Amman. Al finalizar esta época en la Guerra de los Seis Días, la ciudad contaba con 200.000 judíos.

A partir de la guerra de 1967, la muralla que dividía la ciudad es derribada, pero aún hoy, 40 años después, persisten las murallas entre los hombres, que siempre son más difíciles de derrumbar…

Hoy en día Israel tiene pleno control de Jerusalén pero casi ningún país la reconoce como capital oficial de Israel y tampoco hay en la ciudad delegaciones diplomáticas a nivel de embajadas oficiales. Por su parte, los palestinos que aspiran a considerarla su capital, también están a la espera del reconocimiento internacional.

A lo largo de la historia parecería que el requisito obligatorio para ser parte de esta ciudad ha sido ser fanático, y poco importa fanático de qué.

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Informe número 34 – Etiopes Cristianos en Jerusalén

Pese a su lejanía geográfica y cultural, Etiopía esta estrechamente relacionada a Jerusalén. Más aún, Etiopía, Cristianismo, Judaísmo y Jerusalén han ido sorpresivamente entrelazadas a lo largo de la Historia.

Etiopía y el Judaísmo
Etiopía quiere decir “que tiene la piel tostada” y con este nombre se designa el imperio que gobernaba por muchos siglos el Africa Oriental, al sur de Sudán. El nombre «Etiopía» (cus o en hebreo, Kush) es mencionado en la Biblia varias veces. Números 12:1 dice que Moisés se había casado con una “mujer cusita”.

Según el libro de los Reyes en el Antiguo Testamento, en tiempos del Rey Salomón, Jerusalén fue visitada por Makeda, la misteriosa reina de Saba: «Oyendo la Reina de Sabá la fama que Salomón había alcanzado por el nombre del Señor, vino a probarle con preguntas difíciles. Y vino a Jerusalén con un séquito muy grande, con camellos cargados de especias, y oro en gran abundancia, y piedras preciosas; y cuando vino a Salomón, le expuso todo lo que en su corazón tenía» (I Reyes 10, 1-3).

Aunque en la Biblia no se identifica al reinado de Saba específicamente con Etiopía y según la tradición árabe éste estaba situada en Yemen, ningún cristiano etíope duda que Saba provenía de su país. Ilustraciones de la famosa visita pueden verse hoy en hogares e iglesias etíopes.

Según la leyenda, del encuentro de Salomón y la reina Saba, nació Menelik I, primogénito de Salomón y primer rey de Etiopía. Años más tarde y ya adulto Menelik fue enviado a Jerusalén para conocer a su padre y aprender de su sabiduría. A pesar de los esfuerzos de Salomón para que se quedara, Menelik regresó a Etiopía.

Según el Kibre Neguest (Gloria de los Reyes), libro sagrado y poema épico del pueblo etíope, escrito en el siglo XIII, al concluir su visita a Jerusalén y regresar a Etiopía, Menelik I se apropió de la auténtica Arca de la Alianza – supuestamente para protegerla de profanadores– y la trasladó a Axum, cerca del río Nilo, para colocarla en la Iglesia de Santa María de Sion, donde estaría desde entonces.

El último Emperador de Etiopía, Ras Tafari Makonnen, al ser coronado en 1930 se autodenominó, Haile Selassie I, Rey de Abisinia, y adoptó el sugestivo epíteto “León de Judea”. La Constitución de Etiopía, vigente hasta el derrocamiento de Haile Selassie en 1974, señalaba que el emperador etíope es escendiente, “ininterrumpido”, de Menelik I, hijo de la reina de Saba y del rey Salomón.


Esta leyenda ayuda a explicar la presencia de numerosos elementos judíos en el Cristianismo etíope, como la observancia del Sábado y la lectura del Cantar de los Cantares a la mañana del Sábado, la circuncisión, los mandamientos relacionados con el ayuno o la prohibición de ciertos alimentos (carne de cerdo y pescado sin escamas), las normas de pureza femenina y la construcción de iglesias siguiendo el modelo del Templo de Jerusalén. Curiosamente el Arca es el punto central del culto cristiano etíope. Cada una de las 20.000 iglesias de Etiopía contiene un réplica del Arca de la Alianza.

Etiopía y Jerusalén
En el año 1160, en época de dominio Cruzado-Templario sobre Tierra Santa, llegó a Jerusalén un príncipe etíope llamado Lalibela y estableció relaciones con los Templarios pidiéndoles refugio en Jerusalén con motivo de encontrarse perseguido por su hermano, el principe Habré, que habiéndole usurpado el trono de Etiopía, quería matarle. A través del príncipe Lalibela, los Templarios conocieron que el Arca de la Alianza se encontraba en la ciudad de Axum en Etiopía así como las circunstancias sorprendentes que ligaban el Arca de la Alianza, el Antiguo Testamento y Etiopía.

Conociendo estos pormenores, cuando se dieron las circunstancias propicias, los Caballeros Cruzados-Templarios marcharon en 1185 hacia la ciudad de Axum, acompañando a Lalibela. Así, con la ayuda de los Caballeros Templarios, el principe Lalibela retornó al trono etíope y la ciudad de Axum, cambió su nombre por el de “Lalibela”.

Lalibela, la Jerusalén Negra
Tras su regreso de Jerusalén, el principe Lalibela quiso agradecer a Dios la gracia concedida, y mandó construir doce iglesias de piedra, excavadas y talladas en la roca del suelo volcánico. Dichos templos, de techos al ras de suelo poseen formas idénticas a la cruz del emblema de los Cruzados Templarios. La excavación se hizo de fuera hacia adentro, vaciando la roca, en un alarde de cálculo y cincelado. La construcción duró 25 años. Se calcula que unas 40.000 personas trabajaron en la construcción de los templos. En 1978 Lalibela fue declarada por la UNESCO Patrimonio Universal de la Humanidad.


Actualmente la ciudad de Lalibela es a una población de no más de 10.000 habitantes situada en el altiplano de Etiopía a casi 3000 m. de altura. Para los etíopes es una Ciudad Santa, y curiosamente la denominan la “Jerusalén Negra”. Quizás siguiendo las huellas de su homónima, sus habitantes viven de limosnas, agricultura de subsistencia y del escaso turismo…

La historia del príncipe Lalibela se repite
En 1935 las fuerzas Italianas de Mussolini invadieron Etiopía y el emperador Haile Selassie I, tras un frustrado intento de resistencia debió marchar finalmente al exilio en 1936.

Fue natural que gran parte de su exilio viviera en Jerusalén. En aquella época eran pocas las familias de Jerusalén que contaban con teléfono en sus casas y era costumbre señalar en la guía de teléfono la profesión del jefe de familia. Así fue que en la guía de Jerusalén figuraba Haile Selassie I, de profesión: Emperador.

En definitiva, la historia se repitió. Durante su estadía en Jerusalén, Selassie estrechó sus vínculos con los representantes de Mandato Britanico en Tierra Santa y posteriormente, al igual que su antepasado, el principe Lalibela, con la ayuda de la potencia europea que dominaba Jerusalén, Selassie emprendió la campaña que liberó finalmente a Etiopía de las fuerzas fascistas y retornó así al poder en 1942. Pero no todo retornó a lo que era antes. El obelisco de Axum (la actual Lalibela), considerado como un símbolo de la identidad etíope, fue un botín de guerra que se llevaron en 1937 las tropas de Mussolini y Etiopía lo recuperó solo 68 años mas tarde, en el año 2005.

Etiopía y el Cristianismo
A menudo la cristanidad en África es concebida como una importación europea que llegó con el colonialismo, pero este no es el caso de Etiopía. A diferente de todo el continente africano, Etiopía es el único país africano que nunca ha sido colonizado, manteniendo siempre su independencia, excepto por un periodo de cinco años (1936-1941), cuando estuvo bajo la ocupación italiana fascista.

La Iglesia (no Calcedonia) Unitaria Ortodoxa Etíope, representa alrededor del 60% de la poblacion de Etiopía. Es conocida también como Iglesia Copta de Etiopía, o simplemente Iglesia Etíope, y es una iglesia oriental ortodoxa autocéfala, es decir, que tiene su propio jefe. Este jefe lleva el título de Abuna-Patriarca y reside en Addis Abeba, capital de Etiopía.

El origen del Cristianismo en Etiopía se remonta al siglo IV, inclusive anterior a la conversión al Cristianismo del emperador romano, Constantino. Monjes venidos de Egipto y Siria convirtieron al rey Ezana de Etiopía al Cristianismo y este lo declaró religión oficial de su imperio, otorgó tierras y privilegios a la Iglesia y acuñó la cruz en las monedas de su reino. Etiopía fue así la segunda nación más antigua del mundo en adoptar el Cristianismo como religion Oficial, después de Armenia.

De acuerdo a San Jerónimo, peregrinos cristianos etíopes venían a Jerusalén ya en el siglo IV. En el año 636, el Califa Omar, que había conquistado Jerusalén, emitió un edicto especificando los derechos de los cristianos en la ciudad, entre ellos los derechos de la Iglesia Etíope. En los siglos siguientes la Iglesia Etíope gozó de importantes derechos en los Lugares Santos. Los peregrinos medievales mencionan a menudo a los cristianos etíopes residentes en Jerusalén.

Jerusalén ha ocupado un lugar destacado a ojos de los etíopes cristianos. En la propia Etiopía, rodeados por enemigos, no compartían sus valores con la mayor parte de sus vecinos no-cristianos y tenían escasos contactos con los mismos.

En el siglo XVI las cosas empeoraron. El reino etíope fue atacado y casi destruido por Ahmad Gran, gobernante de Harar, principalía musulmana al este de Etiopía. Las iglesias fueron quemadas, los cristianos perseguidos y convertidos por fuerza, y el emperador debió huir. En semejantes circunstancias nadie podía dedicarse a proteger la Iglesia Etíope en Jerusalén y la comunidad decayó. Su pobreza, y por lo tanto su debilidad, le hizo perder su sitio en el edificio principal de la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén y se vio forzada a alojarse en el techo, donde continúa estando desde hace más de cuatro siglos, hasta el día de hoy.


Los miembros de la Iglesia Etíope lograron sobrevivir de alguna manera, aunque existen numerosas referencias a su pobreza y a su dependencia de la caridad de armenios y otros. En el siglo XIX, misioneros anglicanos testimonian que algunos monjes etíopes se incorporaron a la Iglesia Ortodoxa Griega sencillamente para tener qué comer.

Sorprendentemente, la más encarnizada enemiga de la Iglesia Etíope ha sido la Iglesia Copta de Egipto. Aunque ambas eran muy semejantes en términos de teología y organización, los coptos guardaban rencor a los etíopes por haberse independizado de ellos en el siglo XVIII. Cuando, a principios del XIX, la situación de los etíopes empeoró, los coptos comenzaron a acosarlos.

La propiedad del monasterio de Dir es-Sultán, situado sobre el techo de la capilla Santa Helena, una de las capillas de la Iglesia del Santo Sepulcro, fue apelada por los coptos, que adujeron que les pertenecía. En 1838 hubo una epidemia en Jerusalén y todos los monjes etíopes murieron. Los coptos se apoderaron de Dir es-Sultán y, según los etíopes, quemaron la biblioteca y los documentos que convalidaban los derechos etíopes sobre el lugar.

Muertos los monjes y quemada la biblioteca, los etíopes podían haber desaparecido de Jerusalén. Si bien el Emperador y la Iglesia en Etiopía querían mantener lazos con Jerusalén y una posición en Tierra Santa, no lo habrían logrado de no haber recibido el apoyo británico. El obispo Anglicano de Jerusalén, Samuel Gobat, había sido misionero en Etiopía y aspiraba a convertir a la Iglesia Etíope en anglicana. Por esa razón, el obispo Gobat dió su apoyo a los etíopes y luchó por sus derechos.

La amarga lucha entre las iglesias etíope y copta ha continuado hasta la actualidad. Gracias a la ayuda británica los etíopes lograron recuperar el control sobre el monasterio de Dir es-Sultán, en cambio las llaves siguen hasta hoy en poder de los coptos. La confusión y la disputa sobre los derechos de propiedad continuaron sin interrupción. En la década de 1960, incluso el gobierno jordano intentó intervenir en la disputa, tras una seria pelea por el uso de una parte del edificio.

Actualmente, el caso sigue sin acuerdo, y se halla pendiente en la Corte Suprema de Israel. Los etíopes no dudan de sus derechos y han presentado una serie de documentos sobre el tema, el más reciente de ellos fue entregado a la delegación israelí a las Conversaciones de Normalización entre Israel y Egipto, en septiembre de 1986.

En la segunda mitad del siglo XIX, la situación de la Iglesia Etíope en Jerusalén comenzó a mejorar. En gran medida esto se debió a que en Etiopía el poder pasó a manos de monarcas fuertes, que comenzaron a unificar las diversas provincias bajo una administración centralizada. En 1888, la comunidad compró un terreno en Jerusalén occidental, fuera de las murallas de la Ciudad Vieja, para erigir un nuevo monasterio y una nueva iglesia, cuyo nombre es “Debre Gannet”, que significa en amárico “Monasterio del Paraíso”. Debre Gannet comparte ahora con Dir es-Sultán el rol de hogar de la comunidad monástica etíope en la Tierra Santa.

En estos últimos cien años la Iglesia Etíope también adquirió propiedades en Betania, Jericó y a orillas del río Jordán. La reciente derrota del régimen comunista etíope y el establecimiento relaciones diplomáticas entre Israel y Etiopía han contribuido a mejorar la situación de la Iglesia Etíope en Jerusalén. En los últimos años, el aumento de peregrinos etíopes a Jerusalén y la atención que requieren, contribuyó en alguna medida a disminuir la sensación de aislamiento de la comunidad Etíope Cristiana y también les proporciona una fuente de ingresos. Pero la comunidad como tal, es pobre y mantiene una lucha permanente por conservar su identidad.

La Iglesia Etíope en Jerusalén
La pequeña comunidad Etíope en Jerusalén está encabezada por un arzobispo. Tras la decisión de construir su nueva iglesia fuera de la Ciudad Vieja, la comunidad creció y a principios de 1900 contaba con 40 a 50 monjes y un número menor de monjas, cifras que se han mantenido hasta hoy.

Alrededor de la Iglesia Etíope existe una pequeña comunidad Etíope laica formada por individuos devotos, algunos de ellos miembros de familias aristocráticas que buscan retiro espiritual en Jerusalén, otros son exiliados políticos. Los etíope seculares están más involucrados que los monjes en la vida social exterior al monasterio: las mujeres trabajan como enfermeras en los hospitales y los jóvenes estudian en la Escuela Anglicana (que en Jerusalén es un instituto internacional) e incluso en escuelas israelíes.

Actualmente, los monjes etíopes se mantienen de las rentas de tierras y propiedades de la iglesia o de donaciones de los fieles. La mayoría de sus monjes ignoran el hebreo, el árabe u otro idioma que no sea el amárico, y dependen totalmente, en sus contactos con el mundo exterior, de los pocos miembros de la comunidad que conocen otras lenguas.

Los monjes etíopes deben también contribuir a la vida comunal del monasterio. La regla que los rige es quizás menos estricta que la de algunas órdenes occidentales, pero igualmente se les exige celibato, abstinencia de todo pecado y obediencia al Abad-Jefe. Deben también ocuparse de sí mismos, trabajar en el jardín, limpiar y pintar sus casas y compartir la vida de la comunidad si bien no habitan en viviendas comunales como los monjes católicos. Se les concede también una considerable libertad en la elección de sus actividades. Algunos escogen pintura y tallado, otros prefieren dedicar su tiempo al estudio. Muy raramente son ermitaños. El más famoso de éstos, que murió a principios de la década del ochenta, fue un monje que no habló con nadie durante 30 años pero si alguien le pedía consejo o ayuda, responía por escrito.

La vida en la comunidad está sumamente estructurada. Comen todos juntos, y su actividad gira en torno a servicios religiosos y grandes festividades. Los servicios religiosos se realizan dos veces al día, entre 4 y 6 de la mañana y 4 y 5 de la tarde. En los días que preceden a la Pascua y en la Festividad de Nuestra Señora, en agosto, el servicio matutino se extiende de 2 a 6. Los servicios requieren permanecer de pie durante largos períodos, y a ello se deben los bastones con un apoyo tallado para el mentón, característicos de sus iglesias. Los pastores etíopes acostumbran usar bastones similares para descansar mientras cuidaban sus rebaños.


Las festividades más destacadas son las celebraciones de Semana Santa. El lunes, martes y miércoles de Semana Santa, los monjes y fieles se reúnen en Dir es-Sultán, ubicado sobre el techo del Santo Sepulcro, para recitar Salmos, leer trozos del Antiguo y del Nuevo Testamento y del Liqawent, los libros de los sabios etíopes eclesiásticos. El Domingo de Ramos no sólo los monjes, sino todos los miembros de la comunidad de Jerusalén (casi 300 personas) se reúnen en el patio de Dir es-Sultán para celebrar la entrada de Cristo en Jerusalén, en un estilo totalmente peculiar.

El servicio comienza a medianoche y dura hasta las ocho de la mañana. Seis de esas ocho horas las ocupa un servicio conmemorativo especial, y luego se celebra la misa. Las mujeres, con tradicionales vestidos y mantos de algodón blanco, están de pie en el fondo de la iglesia. Hacia las ocho y media, al final del servicio, salen de la capilla y se ubican en el techo. El arzobispo y los sacerdotes entran en una gran tienda, en la que se preparan para la solemne procesión. Allí comienzan sus oraciones y al final del servicio traen al arzobispo ramas de palma, él las bendice, las distribuye entre la congregación y los monjes y luego toda la multitud marcha en procesión en torno al patio.

Estas celebraciones despiertan gran interés por las trabajadas vestiduras de los sacerdotes, especialmente del arzobispo y de sus principales colegas; las sombrillas de terciopelo y oro, decoradas con borlas, que protegen las cabezas de los notables; la música misma y la presencia de músicos que ejecutan pequeños instrumentos de cuerda y cantan himnos de alabanza.

Visita a Etiopía en Jerusalén
La nueva iglesia, Debre Gannet, está ubicada en el centro de Jerusalén, en una callejuela a la que la Municipalidad le dió el nombre de Etiopía.

Se entra por una gran puerta que da a un patio silencioso y recluído. Sólo al llegar allí se percata el visitante de su considerable altura. Antes de entrar hay que sacarse los zapatos y ya adentro se camina sobre coloridas alfombras de seda. El edificio es circular, al estilo de las principales iglesias etíopes. No tiene nave, como en las iglesias occidentales, sino un gran corredor circular que rodea el Arca central, adornado por una variedad de pinturas realizadas hace unos cien años, la mayoría de ellas retratos de santos.

Alrededor de la Iglesia, en el patio que es también circular, están las viviendas de los monjes. Diminutas chozas de paredes pintadas de blanco y puertas verdes con pequeñas ventanas para que entre la menor cantidad de luz solar. Típica aldea de Etiopía a solo 100 metros de la calle principal del centro de Jerusalén.

El monasterios de Dir es-Sultán, sede de la Iglesia Ortodoxa Etíope en la Ciudad Vieja de Jerusalén, es aún más extraño a los ojos del visitante. Se ingresa por un modesto portal de madera al costado de la entrada principal del Santo Sepulcro. Tras subir una empinada escalinata se llega a la pequeña capilla dedicada a San Miguel Arcángel, con lugar apenas para unas 50 personas sentadas.

Las pinturas en las paredes de la capilla de San Miguel dan testimonio de la afinidad entre Etiopía y Jerusalén. Tienen apenas 100 años de antigüedad, y están realizadas en estilo peculiarmente etíope. Todas las caras, de grandes y negras pupilas, están dibujadas frontalmente, y sus ojos miran con extraña inocencia. El cuadro más grande muestra al Rey Salomón recibiendo a la Reina de Sabá. El rey está rodeado de dignatarios, todos de pie, y la reina llega con un cortejo en el que figura un enorme camello que transporta una pesada carga. Entre los cortesanos de Salomón hay dos figuras incongruentes, vestidas con las negras ropas de los judíos jasídicos, ropas que todavía pueden verse en los barrios de Mea Shearim en Jerusalén de hoy día pero que, habrían causado cierta sorpresa en la corte de Salomón…

Las escrituras que figuran en los cuadros estan en ge’ez. Este idioma desapareció como lengua hablada probablemente antes del siglo X, pero continúa siendo hasta hoy la lengua litúrgica de la Iglesia Ortodoxa Etíope.

Al fondo de la capilla, subiendo unas escaleras más, se descubre repentinamente una diminuta aldea africana: chozas de barro, bajas y amontonadas. En la mitad de un patio se alza un pequeño domo. Se trata del mismísimo techo del Santo Sepulcro, y que el domo da luz, hacia abajo, a la capilla de Santa Helena, una de las partes más antiguas del complejo que constituye el sitio más sagrado del cristianismo en Jerusalén.

El patio está rodeado de viejas paredes derruidas, en cuyas grietas crecen algunas de esas valientes plantas capaces de vivir en los terrenos más inhóspitos. La misma Iglesia Etíope de Jerusalén se parece a una planta que continúa creciendo pese a la pobreza del suelo, desafiando las leyes de la probabilidad y sobreviviendo a los más duros inviernos y los más ardientes veranos.

La comunidad Etíope Cristiana en Jerusalén vive como en una isla, en la que sus vidas transcurren muy lentamente. Al preguntarle por qué había venido a vivir en Jerusalén, un anciano monje pareció al principio no entender la pregunta. Luego exclamó: «Porque es Jerusalén«.

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Informe número 33 – La Colonia Alemana en Jerusalén

Un barrio de Alemanes en Jerusalén?

La Colonia Alemana de Jerusalén fue establecida por la Templergesellschaft, una secta cristiana luterana disidente fundada en Alemania en 1858 por Christoff Hoffman. Los miembros de esa secta, conocidos como Templers, redactaron en su momento su propia litúrgica, anularon el cargo de sacerdote, dándole el rol de guía espiritual a los líderes de la secta. Esta secta veía a Jesucristo como un ejemplo a seguir y no como Hijo de Dios. Lo que unía a sus miembros era la voluntad de trabajar cotidianamente para el Reino del Dios sobre la tierra.

Huyendo de las persecuciones religiosas, los Templers alemanos llegaron a Palestina a fines del siglo XIX, con el propósito de poner en práctica sus creencias, según las cuales el asentamiento de colonias en Tierra Santa traería el cumplimiento de las profecías bíblicas. Los miembros de esta secta fundaron también colonias en Haifa, Yafo y la Galilea. Jerusalén estaba destinada a servir de Centro Mundial de esta secta.

En 1873, el Templer Mateos Frank compró de árabes de Beit Tzafafa un gran terreno a un km. al suroeste de lo que era entonces Jerusalén, en el bíblico Valle de Refaim. Allí erigieron una colonia reproduciendo el estilo de los pueblos del sudoeste de Alemania, de casitas de uno o dos pisos, con postigos de madera de color verde, techumbres de tejas rojas y huertos tapiados, con el agregado de algún elemento oriental. Pero a diferencia de la original construcción alemana de ladrillos y maderas, aquí utilizaron materiales locales, en especial la piedra. Los residentes de la Colonia Alemana eran artesanos, carpinteros, herreros, albañiles, arquitectos y agricultores.

El barrio tiene dos calles principales: Emek Refaim y la Ruta a Belén, conectadas entre sí por varias callejuelas. La primera casa, en Emek Refaim 6, fue construida en 1873 por el molinero Matthäus Frank (1846-1923). Junto a la casa había un molino a vapor, una viña, dos cisternas e incluso una piscina, de la que gozaban los niños del vecindario. Un año más tarde, Friedrich Eberle construyó su casa en Emek Refaim 10. Sobre el portal puso la inscripción: «Der Herr liebe die Thore Zions über alle Wohnungen Jakobs» (Ama Dios las puertas de Sión más que todas las moradas de Jacob, Salmos LXXXVII: 2).

El fundador de la secta de los Templers, Christoff Hoffman, está enterrado en el pequeño cementerio que fuera inaugurado en 1878. Ubicado en Emek Refaim 39, contiene las tumbas de 250 antiguos colonos alemanes y algunas, más recientes, de otros no judíos.

En Emek Refaim 7 había un restaurante y en Emek Refaim 9 vivía el arquitecto Theodor Sander, quién diseñara importantes obras en Jerusalén. Entre ellas el Leprosario de Talbie, la Iglesia de la Dormición en el Monte Sión, el Hospital Shaarei Tzedek el la calle Yafo. Hoy su casa conserva el león, símbolo de su familia.

En 1883 se abrió en Emek Refaim 1 el Gemeindehaus (Centro Comunitario), que servía de Casa de Oración y lugar de reunión. A partir de 1948 este edificio pasó a manos de la Iglesia Armenia, pero desde 1967 casi no está en uso, porque desde la reunificación de Jerusalén, los armenios renovaron sus actividades religiosas en la Catedral Armenia situada dentro de la Ciudad Vieja.

En 1894, unas monjas alemanas, las Hermanas Borromeas, construyeron un convento en la Ruta a Belén, y más tarde le agregaron un hospicio, una escuela y un hogar de ancianos.

En la época de la visita del Kaiser alemán Guillermo II a Jerusalén en 1898, en la Colonia Alemana vivían 400 Templers que lo recibieron en el barrio con verdadera emoción. Hacia principios de la Primera Guerra Mundial en 1914 los Templers habían alcanzado los 600.

Durante la Segunda Guerra Mundial muchos de los Templers simpatizaron con los nazis y hasta se enrolaron al ejército alemán, y por lo tanto fueron perseguidos por las autoridades del Mandato Británico, algunos repatriados a Alemania, otros canjeados por prisioneros de guerra y el resto deportados a Australia. Así llegó su fin la presencia de los Templers alemanes en Jerusalén.

En 1948, el gobierno israelí instaló inmigrantes judíos en las abandonadas casas de la Colonia Alemana. En 1955 el gobierno de Israel finalmente indemnizó a quienes fueron deportados a Australia. A 150 años de su fundación, en ningún momento esta secta contó con mas de 3000 feligreses. Actualmente cuenta sólo con 1000 feligreses en todo el mundo, la mayoría de ellos vive en Australia y Alemania.

En los últimos años este barrio, ya desvinculada totalmente de sus fundadores alemanes, ha conocido un gran desarrollo. En el centro del barrio funciona un cine independiente especializado en películas clásicas, fundado en 1928 por el Templer Bäuerle y llamado Orient en su fundacion, luego Regent en los años 50′ y actualmente Smadar.

Elegantes tiendas de toda clases, boutiques, restaurantes y cafés atraen a jerosolimitanos y turistas. Los únicos vestigios de su ambiente otrora pastoral subsisten en los lienzos del pintor alemán Gustav Bauernfeind, que residió en la Colonia Alemana en sus comienzos.

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Informe número 32 – La Iglesia de San Andrés, patrono de Escocia

Según la tradición cristiana San Andrés es uno de los doce apóstoles de Jesús y patrono de Escocia. Era hermano de Pedro, el primero de los apóstoles, al que Jesús encomendara la misión de regir la Iglesia. En su nombre fue construida en Jerusalén la Iglesia y Casa de Huéspedes de San Andrés, congregación de la Iglesia de Escocia (Presbiterana-Reformista-Calvinista).

La última voluntad jamás cumplida del Rey de Escocia

Robert Bruce, Rey de Escocia durante los años 1306 – 1329 (personaje que se hizo popular a raíz de la película de Mel Gibson «Braveheart», donde se narra la vida del héroe escocés, William Wallace), dispuso antes de morir a los 55 años, que su corazón fuese depositado en la Iglesia del Santo Sepulcro, en Jerusalén, a fin de compensar el no haber podido cumplir la promesa que realizara de peregrinar a Tierra Santa.

Dos años más tarde, sir James Douglas, uno de sus fieles capitanes, dispuesto a cumplir con la voluntad del Rey y acompañado de numerosos guerreros desembarcó en España, portando el corazón del Rey, para seguir luego a Italia, Grecia y llegar a Jerusalén.
Hallándose en Sevilla la ciudad fue atacada por los moros de Granada. Sir Douglas, sin pensarlo mucho, se unió con sus fuerzas a las filas del rey Alfonso de Castilla. Sir Douglas cayó en la batalla junto a muchos de sus compatriotas.

El cronista francés Jean Proissart (1337-1410?) cuenta que sir Douglas, por preferir estar siempre a la vanguardia, se precipitó a la batalla, seguro de que el Rey de España y sus fuerzas le seguirían, más no fue así ya que los españoles se quedaron atrás. El noble caballero fue rodeado por los moros, y él con toda su compañía fueron muertos.

Así fue que el corazón de Robert Bruce no pudo seguir hacia Jerusalén. No obstante fue recuperado por uno de los caballeros escoceses, Sir William Keith de Galston y, junto al cadáver de sir Douglas, devuelto a Escocia, donde quedó depositado en la abadía de Melrose, mientras que los restos del fiel capitán hallaron sepultura en la capilla de San Bride de Douglas.

Sobre el piso de la Iglesia de San Andrés de Jerusalén, a los pies del altar, una placa de bronce relata esta desafortunada historia acerca de la frustrada voluntad de Robert Bruce, Rey de Escocia, de depositar aquí su corazón, que nunca pudo ser totalmente cumplida.

La Iglesia Escocesa de San Andrés en Jerusalén

La Iglesia fue construida en memoria de los soldados escoceses caídos en combate en esta región durante la Primera Guerra Mundial. En el año 1927 el General Allenby colocó la piedra fundamental y fue inaugurada en 1930. Durante la época del Mandato Británico (1917-1948) aumentó la cantidad de escoceses que visitaban y vivían en la ciudad y el lugar fue centro de actividad turística, social y religiosa.


Finalizado el Mandato Británico en 1948 estalló la Guerra de la Independencia y Jerusalén fue dividida entre Israel y Jordania. La Iglesia, ubicada al extremo sur del Valle de Hinom, frente a las murallas de la Ciudad Vieja y al Monte Sión, quedó muy próxima a la que fuera la línea de frontera hasta finalizada la Guerra de los Seis Días en 1967. Durante 19 años la Iglesia fue testigo de sucesivos incidentes fronterizos. En esos años la Iglesia fue raramente visitada y por épocas sólo habitada por un sacerdote, que haciendo sonar las campanas a una hora fija, comunicaba al otro lado de la frontera que aún estaba con vida…

A partir de 1980 sucesivas obras de reparación han devuelto al lugar su ambiente hospitalario. Los grandes ventanales del santuario, de estilo cruzado, utilizan paneles de vidrio azul de Hebrón. Las líneas limpias y lisas de la Iglesia, evocan la imagen de un castillo y fortaleza en la cima de la colina. Su entrada está adornada por cerámicas armenias elaboradas en la Ciudad Vieja y en su interior co-existen la arquitectura occidental y oriental. Hoy en día es un excelente lugar para sentarse a tomar un café, mirando las murallas de la Ciudad Vieja.

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Informe número 31 – El Cenáculo (sala de La Última Cena de Jesucristo)

Sigo con el turismo temático… esta vez sobre el Cenáculo.

La historia del Cenáculo

La palabra latina «Coenaculum» indica el lugar donde se cena. La tradición Cristiana sobre el Cenáculo se remonta a finales del siglo III. El edificio es una pequeña estructura de dos pisos dentro de un complejo de edificios en la cima del Monte Sión, al extremo sudoeste de la Ciudad Vieja de Jerusalén. El actual edificio es lo último que resta de la bizantina Madre Iglesia de la Sagrada Sión tras ser destruida por los persas el año 614.

La existencia de esa iglesia esta testimoniada en el Mapa de Madabaen, mosaico del siglo VI hallado en Jordania. El Monasterio cruzado e Iglesia de Santa María fue construido en el siglo XII, sobre los cimientos de esa iglesia anterior, pero posteriormente también él resultó destruido en 1219 (probablemente en la demolición de las murallas y parapetos que rodeaban la ciudad, ordenada por el sultán ayubita Al-Muazzam).

La actual sala del Cenáculo en el piso superor fue construida por los franciscanos, para conmemorar el lugar de la Ultima Cena. La presencia franciscana en Tierra Santa, que con diversas vicisitudes se ha mantenido siempre, adquirió estabilidad y carácter oficial de parte de la Iglesia en 1342, año en que el papa Clemente VI promulgó las Bulas en las que encomendó a la Orden Franciscana la «Custodia de Tierra Santa». Desde el año 1333 los franciscanos ya estaban establecidos en el Cenáculo, junto al que habían fundado un convento, y oficiaban en la basílica del Santo Sepulcro. Todo ello había sido posible gracias a la generosa ayuda de los reyes de Nápoles, que habían comprado a los musulmanes el terreno del Cenáculo sobre el Monte Sión.
El Cenáculo es expresión de la arquitectura Gótica cristiana (1100 – 1500) en Jerusalén, que por razones históricas, políticas y también financieras, nunca llegó a desarrollar los elevados estilos arquitectónicos que se puden apreciar en las catedrales e iglesias góticas de la Europa Occidental.Las aristas de la cúpula del cielo raso de la sala del Cenáculo son típicas del gótico lusiñano o chipriota. La sala comunicaba con la iglesia Cruzada a través de arcos ahora cerrados, salvo uno que hoy en día sirve de acceso a la sala. En el recinto también hay una antigua capilla dedicada al recuerdo del Lavatorio de los pies.En el año 1523, tras la conquista de Tierra Santa por los otomanos, el Cenáculo fue convertido en mezquita. En ese entonces fue agregado el esculpido mihrab, nicho que marca en las mezquitas el sitio adonde han de mirar los fieles al orar – hacia La Meca – y que también alberga el Corán. Al costado se aprecia la inscripción en árabe de Suliman el Magnífico que relata la transformación del lugar en mezquita.
En el año 1551 los franciscanos fueron obligados a abandonar definitivamente también el convento. Si bien actualmente la Custodia tiene su sede oficial en el convento de San Salvador en la misma Jerusalén, continúa designándose con el título de entonces: «Guardián del Monte Sión».

El culto cristiano en el Cenáculo fue abandonado con una sola excepción en el año 1964, cuando el papa Paulo VI, en su peregrinación a Tierra Santa, celebró una Misa privada que constituyó la primera Eucaristía celebrada en el lugar en casi cinco siglos.


La escultura de bronce en forma de olivo (ubicada sobre un escenario en el centro de la sala) fue colocado por la asociación católica que ha finalizado la reciente restauración del lugar.


La habitación del piso inferior, debajo del Cenáculo, contiene un cenotafio (tumba vacía, ó monumento funerario erigido como edificación simbólica) que desde el siglo XII es conocido como «la tumba del rey David», si bien el lugar que se menciona como la sepultura del rey estaba en la «Ciudad de David», en la ladera de Ofel (I Reyes 2:10).

Debajo del nivel del piso actual del Cenáculo hay cimientos cruzados, bizantinos y romanos más tempranos. Antes de la construcción del Templo de Salomón, el Arca de la Ley con los Mandamientos estuvo depositada aquí en el sótano. El mismo lugar fue residencia del profeta Malaquías, donde escribió su Libro sobre el Santísimo Sacramento.

La tradición Cristiana sobre el Cenáculo

Según la tradición Cristiana la casa del Cenáculo pertenecía a la familia del evangelista San Marcos. En esta morada el Jesucristo oraba y hacia milagros, los discípulos también se quedaban con frecuencia para pasar la noche. Aquí sucedieron varios hechos sobresalientes: la celebración de la Ultima Cena el Jueves Santo; la aparición del Espíritu Santo en la fiesta del Pentecostés (equivalente a la fiesta judía de las semanas, llamada Shavuot); Jesucristo resucitado se aparece a los apóstoles; Pedro liberado de prisión por un ángel, se encuentra con los discípulos que oraban por él.

La Ultima Cena fue celebrado con los apóstoles en la víspera de la fiesta de la Pascua (Pésaj), el Jueves Santo del año 33, el día anterior al que fuera crucificado. Los comensales de dividieron en tres zonas: Jesucristo con los doce apóstoles en la sala principal, doce discípulos en una sala lateral, María y las demás mujeres en otra habitación.

En el Cenáculo se encuentra una piedra que indica el lugar donde Jesucristo se sentó. Aquí Jesucristo y sus discípulos comieron el cordero pascual.

Al comienzo de la Cena, Jesucristo instruyó a los apóstoles sobre la penitencia y el arrepentimiento. Todos reconocieron sus pecados, excepto Judas. Seguidamente Jesucristo les lavó los pies a cada uno de ellos. Luego Jesucristo tomó pan, lo bendijo, lo dividió, y luego se lo dió a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi Cuerpo». El pan entró en la boca de ellos como una sustancia brillante, sólo Judas permaneció en tinieblas. Finalizada la cena se guardó lo que había quedado del pan consagrado, con el que los apóstoles comulgaron después de la Resurrección. Al final de la Cena tomó el cáliz lleno de vino, lo bendijo y se lo dió a sus discípulos, diciendo: «Esta es mi Sangre».

Jesucristo terminó la Cena cerca de las nueve de la noche, y después de despedirse de su Madre y de las demás mujeres se dirigió, con sus discípulos cantando salmos, a Getsemaní, en la ladera del Monte de los Olivos, en donde más tarde será capturado por los soldados romanos…

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Informe número 30 – El Santo Sepulcro

Sigo con la serie sobre los Cristianos en Jerusalén pero ahora con un poco de turismo temático…
Esta vez sobre algunos de los principales Lugares Sagrados para los Cristianos. Entre los más significativos en Jerusalén se cuentan la Vía Dolorosa, el Cenáculo y la Basílica del Santo Sepulcro.

Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén:

Desde el punto de vista litúrgico Cristiano, la Semana Santa es el período que transcurre desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección y es de intensa actividad dentro de la Iglesia, por ser la Semana en la que se hace un memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. El Santo Sepulcro es el lugar donde, según los Evangelios y las diferentes Iglesias Cristianas, entre el año 30 y 33 ocurieron la crucifixión, entierro y resurrección de Jesucristo, y por ello es centro de culto de toda la Cristiandad.

El Santo Sepulcro tiene un gran significado religioso además, pues se trata de la primera Iglesia. A la Basílica del Santo Sepulcro, también se la conoce como la Basílica de la Resurrección o de la Anástasis (en griego, Resurrección). Esta Basílica ha sido un importante centro de peregrinación desde el siglo IV. Entre los más célebres peregrinos es de mencionar: Santa Elena, San Jerónimo, la peregrina Eteria, San Francisco de Asís, San Luis Rey, Marco Polo, San Ignacio de Loyola, el obispo de Córdoba Fray Mamerto Esquiú en 1876, el Papa Pablo VI, el Papa Juan Pablo II… Hoy día alberga la sede del Patriarca Ortodoxo de Jerusalén.

Seis confesiones (Ortodoxa Griega, Católica Romana Latina representada por los Franciscanos, Ortodoxa Armenia, Ortodoxa Copta, Ortodoxa Siria jacobita y Ortodoxa Etíope), se han repartido la custodia sobre la Basílica del Santo Sepulcro. Todos velan celosamente las capillas, las lámparas y las limosnas.


Hoy en día está ubicado dentro de la Ciudad Vieja de Jerusalén, en el Barrio (árabe) Católico. En epoca de Jesucristo esta zona era una especie de jardín, muy próximo a la muralla Herodiana de la ciudad de Jerusalén, e incluso comunicado con ella por una calle, pero extramuros, ya que las normas judías prohibían los entierros intramuros, salvo para el caso de los reyes.

Por la huellas de producción de herramientas de piedra y la red de cavernas que se pueden observar, el lugar fue probablemente una cantera, sitio apropiado para la construcción de tumbas, una actividad muy normal en la época.

Según los Evangelios, antes de la muerte de Jesucristo el sitio era una tumba ya habilitada como tal, pero no utilizada todavía, propiedad de un rico judío seguidor de Jesucristo llamado José de Arimatea. Se trataría de un hueco cavado en la roca, que podía taparse con una gran piedra reservada al efecto, para que rodara o se deslizara hasta cerrar la puerta del nicho.

La roca o monte donde se produjo la Crucifixión, fue llamada originalmente Gólgota (en arameo, Golgotha, «calavera»; en hebreo, golgolet, «cráneo»; en griego kranion, «cráneo») y luego Calvario (en latín, calvaria, «calavera»). El nombre, «Gólgota», probablemente se refiere a la semejanza de la forma de las rocas de la zona, como se puede comprobar hoy en los paisajes desérticos del Mar Muerto.

El Gólgota y la Tumba están a unos pocos metros de distancia y entre ellos se encuentra la Piedra de la Deposición, o de la Unción, lugar en donde según la tradición, el cuerpo de Jesucristo después de ser bajado de la cruz, fue preparado para ser enterrado – San Mateo 27, 59.

Una de las versiones sobre el primer anuncio de la Resurrección de Jesucristo, según Los Evangelios, es el momento en que las mujeres que iban a ungir su cadáver con especias aromáticas — María Magdalena, María (madre de Santiago el menor) y Salomé (madre de Santiago y Juan) — se encontraron con la piedra desplazada, y el nicho expuesto y vacío.

La destrucción de Jerusalén efectuada por los romanos para reprimir la primera gran rebelión del pueblo judío, trajo la ruina a lugares importantes de la antigua ciudad, que fue puesta bajo control de los paganos. Si bien los primeros cristianos, siguiendo una interpretación profética de Jesucristo (Lucas 21, 20-22), huyeron hacia Petra (Jordania) antes de la destrucción, los mismos dejaron por escrito en Los Evangelios la descripción del lugar de la Crucifixión y de la Sepultura: San Mateo 27, 33; 57 – 61; San Marcos 15, 22; 42 – 47; San Lucas 23, 33; 50 – 55; San Juan 19, 17; 38 – 42.

De todas maneras, por casi 250 años no hubo presencia cristiana en el lugar. Los romanos cambiaron el nombre de Jerusalén por Helia Capitolina con el fin de hacer de la ciudad un énclave exclusivamente greco-romano, prohibieron el ingreso de los pueblos semitas y construyeron lugares de culto pagano en donde estaban el Templo de Jerusalén. En el Santo Sepulcro de ese entonces estaba erigido el culto pagano a la diosa romana Venus, construido por El Procurador Romano Adriano, hacia el 135 d.C.

Constantino, emperador romano (306-337), quien refundó la ciudad de Bizancio (actual Estambul, en Turquía), llamándola Constantinopla (Constantini-polis; la ciudad de Constantino) ordenó erigir en el año 326 la Basílica del Santo Sepulcro en el lugar prescrito por la tradición.

La emperatriz Elena, madre del Emperador Constantino (ya convertidos ambos al cristianismo), había acudido a la ciudad tras escuchar el informe presentado por Macario, obispo de Jerusalén, sobre el lamentable estado en el que se encontraban los Santos Lugares descritos en los Evangelios y decidida a mejorar personalmente la situación. Tenía también el propósito de localizar la cruz de la ejecución de Jesucristo. Constantino había empezado a utilizar el signo de la cruz, y a considerarlo presagio de victoria.

Elena, tras fracasar en la búsqueda de la cruz, o como parte de ella, inició la del Sepulcro. La tradición cuenta que al destruir el templo pagano para aislar el Calvario e iniciar las nuevas edificaciones aparecieron también tres cruces, una de las cuales necesariamente habría de ser la Vera Cruz o auténtica cruz del martirio de Cristo. Leyendas describen el prodigio que permitió identificar la Vera Cruz, casi siempre basadas en que una de las cruces producía curaciones milagrosas, y las otras dos no.

En realidad, poco queda hoy de lo que fue el escenario original de la sepultura de Jesucristo que habia sido en una cueva, pues en el siglo IV los arquitectos a los que Constantino encargó la construcción de la Basílica, demolieron prácticamente casi todo el emplazamiento del monte para edificar el Santo Sepulcro. Los constructores cortaron y eliminaron toda la parte anterior a la tumba para aislar el espacio de ésta, con la intención de que pudiera quedar en el centro del majestuoso edificio.

La visita a la actual Basílica del Santo Sepulcro revela poco de la estructura bizantina original. La espléndida belleza y riqueza de la era posterior a Constantino se desvaneció en el año 614, cuando Jerusalén fue conquistada por el comandante persa Romizanes, quien destruyó la mayor parte de la ciudad. Quemó el Santo Sepulcro, casi todas las iglesias cristianas fueron arrasadas, las reliquias robadas y más de 30.000 personas muertas y enterradas en una cueva en Mamila.

La iglesia fue parcialmente reconstruida luego por el Patriarca Modesto, dañada por el terremoto de 808 y sus daños fueron reparados en el año 810 por el Patriarca Tomás. La iglesia fue luego incendiada en el año 841. En el año 935 los cristianos consiguieron superar los persistentes intentos de los musulmanes para construir una mezquita adyacente a la Basílica que luego volvió a ser incendiada por los Musulmanes en el año 938. La Basílica fue incendiada una vez más en el año 966 como venganza por la guerra perdida por el ejército Musulmán en Siria.

En el año 1009, el Califa Fatimita de Egipto, al-Hakim explícitamente ordenó la total destrucción del Santo Sepulcro. La tumba de Jesucristo y todo el templo que construyera Constantino, fueron saqueados y destruidos. Durante once años se les prohibió a los cristianos se les permitió rezar en las ruinas y tampoco visitar el lugar. Solamente años más tarde, los cristianos pudieron reconstruir su santuario en ese mismo sitio. Esto fue posible gracias a un tratado de paz entre el emperador Bizantino Argirópulos y el sucesor de al-Hakim, en el que la reconstrucción del Santo Sepulcro estuvo estipulada.

Las obras se realizaron en dos etapas. Entre los años 1030-1048 el emperador bizantino Constantino Monómaco incorpó construcciones de estilo bizantino. Se construyó la «Rotonda» alrededor de la Tumba de Jesucristo y un patio abierto rodeado de arcadas.

Luego, en el año 1099 los Cruzados conquistaron Jerusalén con la intención de devolver su esplendor al Santo Sepulcro. Entre 1099-1149 los arquitectos cruzados unificaron las construcciones bizantinas existentes en el área de la Rotonda, el Gólgota y el patio, y por sobre la Tumba de Jesucristo agregaron cúpulas, campanario y el pórtico de entrada al Santo Sepulcro.

En el año 1119 la Aedicula (de la arquitectura funeraria: frontón ubicado a la entrada) fue completamente reconstruida por el escultor boloñés Renghiera Renghieri. Fue durante ésta reconstrucción, que el vestíbulo de la Tumba fue añadido (previamente había sido sacado durante la construcción de Constantino). La nueva construccion, exponente de estilo Arte Románico, fue inagurada en 1149 celebrando el jubileo de la conquista de la ciudad.

La mayor parte del edificio actual es resultado de la reconstrucción y ampliación cruzada del siglo XII. Las actuales columnas y pilas de la Rotonda son copia aproximada de la forma y el diseño originales del siglo IV, pero con la mitad de su altura.

En el año 1188 Jerusalén cayó ante el Ejército de Saladino. Cuando las fuerzas islámicas recuperaron el control de la Tierra Santa, el Santo Sepulcro, si bien no fue arrasado, quedó desposeído de su esplendor y sus mármoles fueron destinados para construir mezquitas y palacios. La Basílica del Santo Sepulcro fue cerrada y nadie podía oficiar en ella. Los cristianos obtuvieron permiso para usarla solamente durante el cese del fuego de 1192 y 1229.

En el año 1244 muchos cristianos murieron durante las invasiones musulmanas y el edificio del Santo Sepulcro fue considerablemente dañado. Un posterior acuerdo entre el Sultán Ajub en 1246 con el Papa Inocencio IV determino que las llaves de la Basílica sean entregadas a dos familias musulmanas, quienes se encargarían que abrir las puertas a los peregrinos que llegaran al lugar. Durante siglos estos Guardianes de las Llaves del Santo Sepulcro abrían la Basílica sólo en ciertos días y después de recibir una compensación adecuada.

Aunque parezca extraño, los sucesivos roces entre las diferentes congregaciones que custodian el Santo Sepulcro (entre Ortodoxos Griegos y Católicos Romanos Latinos; entre Ortodoxos Coptos y Ortodoxos Etíopes) han perpetuado la necesidad del acuerdo con los Guardianes Musulmanes de las Llaves del Santo Sepulco de hace ocho siglos y por ello sigue aún vigente hasta hoy en día, si bien la Basílica esta abierta a todos los visitantes, sin ninguna limitación.

En el año 1545 un terremoto sacudió el campanario y una parte cayó sobre el baptisterio. En 1555 el Padre Boniface de Ragusa, Custodio de Tierra Santa, obtuvo el permiso de restaurar partes de la Basílica y renovar por completo la Aedicula. Ésta era la primera vez desde 1009, cuando la tumba fuera destruida bajo los martillos de los soldados de al-Hakim, que la roca desnuda de la Tumba fue de nuevo vista por ojos humanos.

El Domingo de Ramos de 1757 los Ortodoxos Griegos entraron a la Basílica del Santo Sepulcro y crearon un caos, acusando a los «frailes de la cuerda» (como en un principio se les conoció a los Franciscanos, custodios del Santo Sepulcro desde el decreto otorgado por el Sultán Barquq, 1382-1399), de toda clase de intrigas. La gobernador Otomano, sin más averiguaciones, entregó un decreto a los Ortodoxos Griegos dándoles la posesión conjunta con los Latinos, de partes de la Basílica del Santo Sepulcro.

A pesar de las reclamaciones del Papa Clemente XIII a todos los Poderes Occidentales, el decreto siguió en pie y la posesión de los Santos Lugares ha tenido cambios leves desde entonces hasta hoy.

En el año 1808 un incendio destruyó la estructura de la época de las Cruzadas. El espacio que ahora visitamos es en realidad un sepulcro de mármol del siglo XIX, levantado sobre el suelo de la Tumba original. En cambio, la roca del Calvario, el sitio donde fue crucificado Jesucristo, ha permanecido intacta hasta hoy.

Quizás nunca a lo largo de su historia, la iglesia del Santo Sepulcro había caído en tal grado de humillación como ocurrió en el siglo XIX. En 1810 Komninos de Mitilena presentó su restauración, en la que no quedaba nada o al menos nada visible de la Basílica construida en el siglo XII por los arquitectos de los Cruzados. Uno entraba a un lugar sin belleza, sin luz ni aire. Grandes pilares habían reemplazado a las columnas, las ventanas se habían cerrado, simples paredes tapaban los hermosos arcos de ojivales de la nave central, el lugar de culto de la Tumba se veía completamente reconstruido en un estilo dudoso. Las tumbas de Godofredo de Bouillon y de Balduino I se sacaron para dar lugar a dos empinadas escaleras que subían al Calvario. El mármol de la Piedra de la Deposición (que llevaba el Escudo de Armas Franciscano), fue reemplazado por uno común.

La situación empeoró con los fuertes terremotos de 1867. La cúpula central, que hubo que echarla abajo, fue reemplazada por una estructura metálica. Otro terremoto sacudió en 1927 y el edificio entero estuvo al borde del colapso. En 1934 las autoridades británicas, que administraban Palestina desde el fin de la primera guerra mundial, decidieron reforzar la totalidad del edificio (por dentro y por fuera), mediante vigas de hierro y estructuras de madera. Esto desfiguró aún más la Tumba.


En 1997, al fin de la última restauración, el Santo Sepulcro respiró vida nuevamente. Los rayos de la luz del sol que pasan a través de la linterna de la cúpula, volvieron a iluminar el área.

El Milagro del Fuego Santo

El Milagro del Fuego Santo es casi desconocido en Occidente. Sólo las Iglesias Ortodoxas asisten a la ceremonia y sin la presencia de las autoridades Católicas Romanas o Protestantes.

El Milagro del Fuego Santo es considerado por las Iglesias Ortodoxas como el más grande de todos los milagros Cristianos. Tiene lugar cada año, a la misma hora, de la misma manera, y en el mismo lugar. No se conoce de ningún otro milagro que ocurra, de manera tan regular, y por un período de tiempo tan extenso. Se puede leer acerca de él en fuentes del siglo VIII.

El milagro ocurre en la Iglesia del Santo Sepulcro, cada año en el Sábado de la Pascua Ortodoxa. cuya fecha se determina de acuerdo al Calendario Juliano, y no en base al Calendario Gregoriano Occidental, lo que significa que habitualmente, ocurre en una fecha distinta a la fecha de la Pascua Protestante y la Católica Romana.

El Patriarca Griego Ortodoxo de Jerusalén entra al Sepulcro para recibir el Fuego Santo con dos velas apagadas, se arrodilla frente a la piedra, sobre la cual Jesucristo fue colocado después de su muerte y, después de rezar una plegaria que los feligreses acompañan cantando, ocurre el milagro. Una luz emana desde el centro de la piedra que después de un tiempo, enciende las lámparas de aceite apagadas, al igual que las dos velas del Patriarca. Esta luz es «El Fuego Santo», y se propaga a todas las personas presentes en la Iglesia.

El milagro ocurre a las 2.00 P.M. pero, desde las 11.00 A.M., la Iglesia está completamente llena.
La Iglesia del Santo Sepulcro no se colma de esa manera, en ningún otro día del año. Si uno desea entrar, tiene que calcular largas horas de formar fila y cientos de personas no lograrán entrar debido a la multitud. Acuden peregrinaciones de todas partes del mundo, la mayoría de Grecia, pero en años recientes, ha aumentado el número de asistentes de lo que eran los países de Europa Oriental.

Desde las 11:00 A.M., y hasta la 1 P.M., árabes Cristianos entonan cantos tradicionales, que datan de los tiempos de la ocupación turca de Jerusalén en el Siglo XIII, un período, en el cual a los Cristianos no se les permitía cantar sus cantos en ninguna parte, fuera de las Iglesias. Los cantos, acompañados por el sonido de tambores se terminan a la 1:00 P.M. Se crea un silencio tenso por la anticipación de la gran manifestación del Poder de Dios.

A la 1:00 P.M., una delegación de las autoridades locales, atraviesan por la multitud. Estos oficiales no son Cristianos. En los tiempos de la ocupación turca de Medio Oriente las autoridades eran Turcos Musulmanes, y hoy son israelíes. Durante siglos, la presencia de estos oficiales ha sido una parte integrante de la ceremonia. Su función es la de representar a los romanos, de los tiempos de Jesús. Los Evangelios hablan de los romanos que fueron a sellar la Tumba de Jesús, para que sus discípulos no se robaran su cuerpo, y dijeran que había resucitado. De la misma manera, las autoridades actualmente israelíes, acuden el Sábado de Pascua y sellan el Sepulcro, con cera. Antes de que sellen la puerta, es costumbre que entren al Sepulcro a revisar que no haya ninguna fuente oculta que, fraudulentamente, pudiera producir el Milagro del Fuego. Tal y como los romanos estuvieron presentes para garantizar que no hubiera manipulación después de la muerte de Jesús.


Cuando el Sepulcro ha sido revisado y sellado, la Iglesia entera canta el Kyrie Eleison (Señor, ten misericordia). A la 1:45 P.M., el Patriarca entra en escena.
Al final de una gran procesión, rodea el Sepulcro tres veces, después de lo cual, es desvestido de sus vestiduras litúrgicas reales, llevando solo su alba blanca, una señal de humildad frente a la gran Potencia de Dios, de la cual, va a ser el testigo clave. Todas las lámparas de aceite han sido apagadas la noche anterior, y ahora, toda la luz artificial se apaga, de manera que, la mayoría de la Iglesia está envuelta en la oscuridad. Con dos grandes velas, el Patriarca Griego Ortodoxo de Jerusalén entra a la Capilla del Santo Sepulcro: primero al pequeño cuarto frente al Sepulcro, y de ahí, al Sepulcro Mismo.

A partir de ese momento no es posible seguir los hechos dentro del Sepulcro. Juan, el Evangelista, escribe en el primer capítulo de su Evangelio, que Jesús es la Luz del Mundo. Al arrodillarse frente al lugar donde Él resucitó de los muertos, se es partícipe de la cercanía inmediata de su resurrección. En Mateo 28,3, se dice que cuando Cristo resucitó de entre los muertos, vino un ángel, vestido de una Luz temerosa.
La Resurrección de Jesucristo, para los Ortodoxos, es el centro de su fe. En su resurrección, Jesucristo ha ganado la victoria final sobre la muerte.

El patriarca Griego Ortodoxo de Jerusalén busca su camino, en la oscuridad, hacia la cámara interna y luego de unas breves oraciones, el milagro ocurre. Desde el centro de la misma piedra, en la cual Jesucristo yació, surge una Luz indefinible. La Luz se eleva y forma una columna, en la cual el fuego es de una naturaleza diferente, por lo que se pueden encender las velas.
Una vez que recibe la Luz, el Patriarca sale con las dos velas encendidas que resplandecen en la oscuridad y gritos de júbilo resuenan en la Iglesia. Primero da el Fuego al Patriarca Ortodoxo Armenio y luego, al Ortodoxo Copto. Después, a todos los fieles presentes en la Iglesia.

Según los expertos en seguridad, la ceremonia encierra cierto peligro pues la Iglesia tiene una sola puerta de acceso y existe siempre el riesgo de incendio debido a la masa de fieles en su interior siguiendo el ritual, con lápidas encendidas. Por otra parte, en caso de incendio, los milagros pueden ayudar.

El Status-Quo de los Santos Lugares

Desde la época de las Cruzadas, los recintos y edificios de la Basílica del Santo Sepulcro se encuentran en posesión de las tres principales congregaciones: Ortodoxa Griega, Ortodoxa Armenia y Católica Romana Latina. Los derechos de posesión y uso están protegidos por el Statu Quo de los Santos Lugares, tal como lo garantizara el Tratado de Berlín de 1878. Las diversas capillas y santuarios que se encuentran dentro del edificio están guarnecidos y decorados de acuerdo con los ritos y costumbres de la comunidad religiosa que conserva los derechos de propiedad.

Los Ortodoxos Coptos Egipcios, los Ortodoxos Etíopes y los Ortodoxos Sirios cuentan también con algunos derechos y pequeñas posesiones en la Basílica del Santo Sepulcro. La Capilla Copta en la parte oeste del edículo conserva como reliquia el fragmento de una moldura de piedra de un monumento temprano, que se puede ver debajo del altar. Los ortodoxos sirios tienen una capilla en la parte oeste de la rotonda, en la que puede ser visto una parte de la pared exterior del siglo IV. Los ortodoxos etíopes cuentan con un monasterio en la azotea de la Capilla Armenia de Santa Helena, dentro de las ruinas de un claustro (galería que rodea el patio principal) y refectorio (comedor) cruzado del siglo XII.

La coexistencia de las diferentes congregaciones en el Santo Sepulco también está regulada y planificada por el Status-Quo de tal modo que a diversas horas del día y de la noche ofrecen su alabanza y oración en estos santos lugares. El Status-Quo establece como, cuando y dónde, todas las comunidades residentes comparten la hora y los espacios para las oraciones. Este código regula no sólo las principales celebraciones del calendario litúrgico, sino también los sucesos diarios, semanales, mensuales y anuales.

Los Ortodoxos Griegos celebran su Eucaristía diaria dentro de la Tumba de la 1:00 a.m. hasta las 2:30 a.m. A partir de esta hora los Ortodoxos Armenios toman su lugar. Por su parte, los Católicos Romanos Latinos (Franciscanos) continúan a las 4:00 a.m., celebran la liturgia católica romana y terminan sus servicios con una solemne Eucaristía comunitaria a las 7:00 a.m. Para sus plegarias diarias los Franciscanos usan la Capilla del Santísimo Sacramento, en donde se reúnen para las diversas oraciones de la Liturgia de las Horas, incluyendo maitines (la oración más temprana del amanecer) a las 11:45 p.m.

Apertura y Clausura de la puerta de la Basílica del Santo Sepulcro

Aún hoy el rígido código del Status-Quo establece exactamente los tiempos y la modalidad del acceso al Santo Sepulcro a través de su puerta principal. Como ya se ha mencionado, las llaves de la Basílica están hasta hoy en día en manos de dos familias musulmanas, de Judea y de Nuseibeh. Hasta 1831, la apertura y el cierre de la puerta la realizaban estas familias a cambio del pago de un impuesto pero este fue abolido ese año por Ibrahím Pasha. Solo desde entonces el acceso de los feligreses es gratuito.

La apertura de las puertas del Santo Sepulcro es por sí misma una ceremonia. Esto da una idea de las dificultades que el Status-Quo impone a las congregaciones que viven dentro del recinto.

Existen tres formas de «apertura» de las puertas: la apertura simple, la apertura solemne y la apertura solemne simultánea.

Una apertura simple consiste en abrir una de las hojas de la puerta mediante el sacristán de la comunidad que pretende abrir la puerta.

La apertura solemne consiste en abrir ambas hojas de la puerta principal: la de la derecha la abre el portero musulmán y la de la izquierda el sacristán.

La apertura simultánea y solemne se lleva a cabo cuando las tres comunidades (Ortodoxos Griegos, Armenios, Franciscanos), en el mismo día, tienen una entrada solemne (todos los sábados de Cuaresma) y para esta ceremonia, los tres sacristánes están presentes.

Este «ritual», que parece extraño a los ojos profanos, se puede sintetizar de esta forma: desde dentro de la Basílica, el sacristán entrega una escalera al portero musulmán a través de un hueco en la puerta de la Basílica. El portero musulman entonces abre la cerradura baja y luego, con ayuda de la escalera, abre la cerradura alta. A continuación, el portero abre la hoja derecha de la puerta y el sacristán la izquierda.

La Basílica del Santo Sepulcro se abre diariamente a las 4:00 a.m. y a las 12:30 p.m., cuando no hay acontecimientos especiales.

Se cierra a las 11:30 a.m. y un cuarto de hora después de la puesta del sol. Las comunidades se han puesto de acuerdo para que al atardecer, la Iglesia se cierre entre las 5:45 p.m. en invierno y a las 8:00 p.m. en verano.

Si por alguna razón, una de las tres comunidades no quiere cerrar la puerta al mediodía, le tiene que pagar al portero musulman el equivalente a un almuerzo.

Cada atardecer, a la hora del cierre, los tres sacristánes (Ortodoxos Griegos, Armenios, Franciscanos) están presentes y acuerdan entre ellos quien tendrá el turno para abrir a la mañana siguiente. El que tiene el derecho de abrir la puerta al día siguiente, toma la escalera y la ubica en el centro de la puerta. Las ceremonias del «cierre» tienen lugar con los mismos rituales, pero con una secuencia invertida.

Hoy en dia las tres comunidades tienen privilegios especiales y derechos, tanto para la apertura como para el cierre de la puerta de la Basílica.

La comunidad Latina (Franciscanos) tiene otorgados todos los sábados de Cuaresma, la noche de Pascua, la fiesta de la Santa Cruz y las fiesta de Corpus Domini. Los Franciscanos pueden abrir las puertas a las 10:30 p.m., esto se hace para permitir a la comunidad Franciscana de San Salvador y a los fieles, poder entrar en la Basílica y reunirse con la comunidad Franciscana residente para la Solemne celebración de la Liturgia de las Horas. Entonces la puerta permanece abierta durante toda la noche.

El Jueves Santo los Franciscanos tienen un privilegio particular. A la 1:30 p.m. los dos porteros musulmanes del Santo Sepulcro van al Convento de San Salvador, sede del Custodio de Tierra Santa, y entregan la llave de la Basílica al Vicario Custodial. Éste, junto con el fraile responsable de Tierra Santa y acompañado por los porteros musulmanes, se dirigen a la Iglesia del Santo Sepulcro y le entrega la llave al Franciscano sacristán para que él mismo abra la puerta y, a continuación, realice la entrada solemne el Patriarca Latino. En ese día, solamente los Franciscanos celebran dentro de la Basílica.

Cada vez que una «apertura» extra es requerida, hay que pagar un impuesto: 8 por una simple apertura, 16 por una solemne y por una apertura solemne simultánea de cada fraternidad, la suma establecida es de dos velas largas y otros regalos….

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